Diario del falso aristócrata 9

Se acaba aquí el tercer volumen de mi trilogía, y estas son las últimas palabras que doy a la imprenta. El Agua brota espontáneamente, el Cielo es por sí mismo alto, la Tierra es por sí misma espesa, el Sol y la Luna son por sí mismas luminosas. Pero una composición escrita no del todo indigna precisa buril y pulimento, tiempo y sosiego, e incluso de la vaporosa y enigmática inspiración. Ceceé, cojeé y fui negligente con mi literatura. Saboteé mis propios poderes. Queda en mí un runrún de tenaz descontento.

Vendrá pronto la muerte, cadenciosa, y tendrá mis ojos. Muerte: inocencia y olvido. Y me apena ver el estéril mecanismo de la vida de muchos de mis coetáneos: la publicidad les hace creer que su vida será mejor si compran determinados productos, para comprarlos necesitan dinero, y para conseguir dinero trabajan duro y se enduedan. Se enduedan para hacer realidad sus deseos y luego siguen trabajando para pagar sus deudas. El hombre jovial se convirtió en un esclavo oprimido.

Prefiero la virtud de los lagos iridiscentes al lujo chabacano. La elegancia del esplendor de un poema o una idea, el eco resonando en largas llanuras, las estrellas caminando a favor de la Fortuna, a no sé qué metalizados coches deportivos o balandros de precio escandaloso. Prefiero la Luna despuntando sibilante, el emblema sagrado de la LIBERTAD, a vivir una vida fagocitada por objetos inútiles y palabras sin lustre.

Mi vida (y valga la metáfora) fue como una estampa del viejo y magnificente París con reflejos de farolas de gas en el asfalto mojado de un bulevar lleno de carruajes. Con pastelitos al salir de misa, meriendas junto al río, viajes a Europa con mis papás y caviar de Osetra. Tuvimos muchísimo dinero (ahora nada), como tuvimos también a Nabokov, Musil, las Odas de Horacio, Montaigne, el cine negro y la comedia americana.

Pronto moriré, pero brilla el sol: ¡juguemos con alegría! Las violas suenan, y duermo y me levanto cuando me apetece. Nunca trabajé, y, si trabajé, en lo que trabajé debe permanecer velado. Pensé, reí, leí, forniqué, estudié, amé. Mi corazón y mis manos estuvieron ociosas, pero dedicadas a lo mejor.

Hijo de la noche azabache, dejadme dormitar eternamente.

Lean a los griegos, lean a Shakespeare, escuchen a Bach. Amplíen su visión del mundo con la alta cultura. Sientan la opulencia de una mente moldeada. Con hilo de seda y anzuelo delicado caminé entre una miríada de olas encontrando la Felicidad y la Libertad. Se acaba la fiesta. Una pena. Pero siento el alhelí de rocío inundando el aire. Y todo fue hermoso, escarchas y Lunas de agosto. Los chaparrones pasaron. En un templo tranquilo, escondido, me refugiaré fuera del espacio y del tiempo. Díganle a todos que gracias. Que muchas gracias. De veras. Buen verano, buena suerte, amor y buen camino.

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