La camarera

La camarera
De «El falso aristócrata»

 

 
Tus tetazas con lunares como huevos de Pascua
diminutos y sin apenas luz,
lunares como agujeros negros de juguete,
como una danza de puntos umbríos por un firmamento
blanco y lechoso.
Y el olor de tus vestidos como el olor del Líbano.
Y tus dientes gemelos como manadas de ovejas.
Y tus labios gordezuelos que honran la tierra gloriosa.
Y tu pompis, sin oprobio, sin celulitis, alegre, musculado,
mi plena salvación,
sahumado de nardos y limones, dos lunas de mosto.
Ponme como un sello sobre tu corazón,
como un tatuaje sobre tu brazo.
Sírveme otro gin-tónic
y que se ejecute el juicio decretado:
tú y yo contendiendo salvajes en una cama,
o en playas más allá de la galaxia.

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