La vida devasta

La vida devasta como un aparato de T.V.
Envías S.O.S. a los vastos espacios de la noche y solo recibes la negra bilis del silencio.
La vida devasta como los tobillos gruesos de un pájaro, como voltarén diluido en el champán, como hilos de wolframio que zigzaguean e iluminan los piojos de tu corazón.
Todo país lejano es engaño y filfa.
Piedras las estrellas de tu nuca.
Malignos y raros cortinajes siempre puso el otoño.
Saben igual de mal los pechos solos o con nata.
Saben igual de mal con o sin rímel los ojos.
Aunque te dediques a ametrallar guarderías no hay remedio.
Admítelo:
chico solo sin film
la vida es tragedy
ni maniquí ni benjuí ni comedy
ni pitiminí ni carmesí ni organdí
la vida devasta y Rimbaud es ese loco gritando en la boite.
Cada noche hasta el hartazgo
el hallazgo
de masturbarse en soledad.
Todo es como un escorpión entre las sábanas. Vivir devasta.

 
Pero te levantas, ves el azul del cielo, se acaba el efecto del orfidal, el semáforo se pone en verde como si conmemorara la caída de un dátil, las curvas de las palabras son como las curvas de los muslos, llamas felonía y miseria al noir universal, abroncas a tu ser deprimente, te quedas K.O. en el ring de la Belleza del Mundo, y, joder, acaso echen un gran programa por la tele y te enamores un siglo de estos o el libro leído alumbre la madrugada. Y a veces, tú sabes, el fornicio pone luz al abismo.

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