CONTRA EL PAPA
De “El falso aristócrata”
El Papa usa piercings, y escritores y pensadores acuden a tatuarse.
Se puede caer en picado por biografía destemplada, pero este Papa…
Una vez descorchado el champán, leído al Cardenal de Retz, tomado el sol en el hotel Crillon, usufructuado cuerpos exquisitos, almas delicadas, llevado pajaritas impecables, ponderado los nefastos y luciferinos mamotretos indigestos marxistas, ponderado la altura de las mentes, piensas, ¿pero este señor, de qué tugurio sórdido salió, de qué pésimamente decorado local de alterne, de qué cochambroso y grasiento garaje de lavacoches industrial? Y solo quieres ya que tu doméstica te avise a la hora del crepúsculo para poder ver solitario el atardecer.
¿Es hora ya Teresa? Trae también los prismáticos y llama a Mishibú para que me acompañe. No te olvides de la copa; hoy algo cargadita.
El Papa usa playeras, nariz de payaso y se pinta los mofletes como una drag-queen.
El Papa se viste con tutús y toca la guitarra en la liturgia.
El crepúsculo es un placer de cuidados suaves como piel de ardilla, es un mar de lobos y una chatarra de astrolabios de dulce cobre que nos hurgan las fosas nasales, es un tratado de belleza que se agavilla en el matrimonio de la luz con el sueño, un lejano país ateniense en rojo y en loor de fiestas báquicas, un trabalenguas púrpura cuyo letargo balbucea sobre la maleza, es el valle rosa, la verdura verde y el bosque húmedo, y lo coronan las hiedras vivas de cualquier llama ardiendo. Ardimiento y hule de fuego que es la Vida.
Solo quiero ver el crepúsculo desde mi terraza cálida, ¡sacadme a ese fantoche trapisonda de mi vista! ¡Sacadme a este mandril purpurado por Belcebú!
Porque el Papa es un bonachón lelo peronista. Un pobrista capcioso. Un fraile de bisutería.
El Papa enturbia los mágicos cristales de mi sueño, con su Orden que no expresa un llamado a la Belleza y lo Alto, al crecimiento de la savia por los verdes tallos, a la mecha azul de cometas ígneos, a la Libertad y al Conocimiento, al brío de los pumas entrevistos en la selva a la luz -luz tierna y mimosa- de la luna única. De la luna del Gran Sí.
El Papa es un auriga de patas peludas sin los labios de las Aves Marías, y se pone pósits de autoayuda en la puerta de su cuarto para saber cómo dirigir el mundo.
El Papa más y más se empecina en ejecutar fruslerías, en emborronar teologías zarrapastrosas. Teologías de bocazas sin estudio ni tradición.
Mi copa transpira debido al hielo y al paso del tiempo. De noche casi ya, o casi todavía. Suspiro solemne ante un mundo feo, estúpido e inane, romo, bajo y cutre, cuyos amos son la caterva y el empresario hortera y el ingeniero orangutanesco, un mundo zafio y desposeído de elegancia, de matiz y opinión rosa y oro, de credo celeste, un mundo sin el don de absorber la perfección. Me ilumino de un Dios inmenso que distribuye Belleza y Orden como distribuyen música los planetas al rodar. Me ilumino de ondas de peral que reverberan desde el Uno hasta, por emanación, llegar al insecto bulboso que muerde al lirio o la gusanera que traga savia bajo la tierra húmeda.
Gusanos e insectos mejores que este Papa hereje y anormal, populista y con dodotis.
El Papa que se pone AC/DC en los auriculares para dormir.
El Papa que ve fútbol y saliva con los goles.
El Gran Bostezo, el Gran Chirrido, la Osamenta de Piedra Resonante Estéril, o la nueva plaga o el nuevo trigo o el pop-corn general y consuetudinario, o el pienso royal canin que se deglute no sé si con mayor inocencia o con irreflexivo orgullo. Nadie sabe ya vivir. Los obtusos se jactan de sus limitadas entendederas. El público aplaude complacido. Nadie sabe ser uno, grande y libre. ¿No escuchan la súbita pudrición por esta dentadura cariada del Gran Bostezo?
Solo deseo contemplar mi crepúsculo desde la balaustrada.
El Papa escribe como con un descosido borderline con sus dedos gordezuelos.
El Papa es un canalla hipócrita que deglute donuts y polillas.
Teresa, mañana, sobre todo, no te olvides de avisarme del venidero crepúsculo.
No te olvides de cada uno de los crepúsculos del año.