De: Diario de un aldeano

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(i) Como hachazos en un bosque sin aire /
gira la tristeza en un solitario corazón.

(ii)

(ii.i) «Creo que podría volver y vivir por un tiempo conlos animales…son tan plácidos y retraídos,Me paro a mirarlos a veces durante medio día»

Whitman

(ii.ii) «Trabó amistad con los conejos, los erizos, los ratones de campo y los pececillos del mismo modo que un recluso solitario la habría trabado con un ratón»

Margaret Lane sobre Beatrix Potter, escritora inglesa clásica de literatura infantil que pasó la mayor parte de su adolescencia sin compañía humana, pero que se las arregló para tener multitud de mascotas: un conejo, un par de ratones, algunos murciélagos y una familia de caracoles.

Nunca fue a la escuela (la educaron institutrices), no compartió la vida de sus padres de modo íntimo u ordinario, no tuvo oportunidad de mezclarse con otros niños, sus padres no recibían visitas en casa, el ambiente era sofocante y serio, y no se hizo nunca ningún esfuerzo en ese gélido hogar por satisfacer sus necesidades infantiles.

Lean «El cuento de la ardilla Nogalina», o «El cuento de la oca Carlota», libros mágicos (mis favoritos), y, si puede ser, ilustrados por la misma escritora, excepcionalmente dotada para el dibujo.

(ii.iii) «Me pregunto realmente si, para una persona como yo, cuyos momentos más intensos eran los de la depresión, una cura que acabe con la depresión no acabaría también con su intensidad…un remedio desesperado»

Edward Thomas

John Clare -poeta aldeano y loco-, Tennyson, William Cowper, John Donne (depresivo y suicida recurrente), William Collins (depresivo), Coleridge (adicto al opio), Poe (alcóholico y posible adicto al láudano), Berryman (suicida), Louis Mac Neice (alcóholico), Sexton y Plath (suicidas), tipos abrumados por el desconsuelo, la insanía y la melancolía.

Por no hablar de cientos de miles de seres anónimos (destacaría entre ellos al poeta sionista Chaim Bialik) Me apetecía nombrar a saturninos y lunáticos, hoy que luce luna llena.

Todos los depresivos conocemos la hostilidad que se vuelve contra nosotros mismos en los episodios de tristeza, y que Cowper resumió en tres versos magníficos y desoladores:

«El infierno podría ofrecer un refugio a mis miserias; /

Por eso el infierno mantiene sus bocas siempre hambrientas, /

Desbocadas todas contra mí».

(iii) Me he jamado bien el seso, me he sometido servil al sistema, soy ponderado y «quedabien», solo me sentiré ahora tranquilo cuando alguien con poder mediático como Javier Sierra («la más grande»), proclame que soy polígrafo con el plácet del régimen lectoescritor

[ colofón maledicente, resentido y nada caballeroso que pretende malamente compensar de modo sanguíneo tanta bilis negra melancólica eyaculada ]

(iv)

¿Isla de las Tentaciones marranas?

¿Burradas? ¿animaladas? ¿barrabasadas?

No; contemplando tamarindos y devorando banana

sse abstienen puritanos de gallinas y hermanas.

(v)

Por desgracia o fortuna,

Rhodes besó a España;

el piano delinea bella voz

y tu oído tremenda coz

¿un máquina, un grillo?

¿un fiera? ¿otro canutillo?

Joderos con mi organillo.

(vi)

Irene, hermosa del alma mía,

dueña de mi corasón

,junto a Pablo eres agua fría

y yo ardiente calentón.

Ven pa acá para que se apague

tanta candela

porque el Conan podemita sonante

poca agua lleva.

Aunque sean estas mis últimas palabras,

aunque tenga cincuenta, gota y canas.

(vii)

Agradezco encarecidamente el trabajo del ministro Illa. Insustituible como Robespierre, es una persona honesta, con vocación de servicio público y gran capacidad de diálogo. Me gustaría destacar de entre sus cualidades, una que dice mucho de su paso por @sanidadgob: la sangre fría.

(viii) Salvador Pilla.

(ix) Iggy Pop se convirtió hace mucho en una drag queen camionera y culturilla (y pido perdón al sindicato de los transportistas)

(x)

Y le dijo este poeta al podemita hortelano,

aunque te niegues cortesano

entre todas las aves eres el marrano.

Y le dijo este poeta al grasoso podemita cochino;

en tu imperio choricero ni látigo ni colmillo.

(xi)

El «Elegante», aquel que mi bisabuelo, coronel de la Guardia Cicil en Valencia, llamaba «señorito de ciento en boca», «pirraca» y «paquete». El petimetre, el currutaco, el lechuguino, el «fashionable», a él, ladies and gentlemen, decidle que me envíe su sastre a mi aldea gallega; entre las vacas se ajustará como un guante un frac de pico de pato como el suyo. A la Rubia, a Blanca, a Benita, a Chispa, les puedo así jurar «devouement» y cariño eternos.

Y así, por fin, liberado, inspirado y alado, escribiré estético y nunca alelado: «Christian el pocero notó clase al oler malvasía / o que en su exótica manía / vive su verdadera fantasía / la de una baguette française de chocha panadería»

(xii) Los escritores son unos lengudos. Se hechan un pedo y creen que eso cambiará el destino de la especie. Yo nunca seré escritor -bueno- ni escritor (bueno o malo) famoso. Una pena. Hasta de las gripes de Javier Marías o de la amenorrea de Almudena Grandes (y habla la envidia del resentido fracasado) me entero por «El País». Por algo se llama el periódico global.

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