
Otro ejemplo de la ruin «avara povertà di Catalogna» (Canto VIII del Paraíso de Dante), se observa en las Bases para conceder el Premi d´Honor de les Lletres Catalanes. Ahí leemos literalmente :
«el premi és atorgat a una persona que per la seva obra literària o científica en llengua catalana, i per la importància i exemplaritat de la seva tasca intel·lectual, hagi contribuït de manera notable i continuada a la vida cultural dels Països Catalans».
O sea, se galardona -traduzco- «a una persona que, por su obra, literaria o científica, escrita en lengua catalana, y por la importancia y ejemplaridad de su trabajo intelectual, haya contribuido de manera notable y continuada a la vida cultural de Cataluña».
La literatura catalana en expresión castellana queda automáticamente excluida (una vez mi maestro Llovet deseó un homenaje a su mentor J.M. Blecua y, en la Facultad de Filología Catalana, se negaron con la extraterrestre -palurda y cateta- excusa de que «De aquí nunca saldrá una sola línea escrita en español») Notemos también la estrambótica mención a esa hipóstasis souflé llamada»els Països Catalans».
Pero el quid radica en el término «ejemplaridad» aludido. Esa «ejemplaridad» se cifra, de modo necesario y suficiente, de manera fenoménica y nouménica, en el servilismo lacayuno a los principios políticos del nacionalismo. O se pasa por el aro o no hay premio. Lo sustancial es la devoción y seguidismo a la Corte, menos -poco o nada- que la obra sea una medianía de vasija de estaño.
Escribió La Bruyère: «No merece la pena consagrar nobleza sin virtud». Declaró Chamfort: «En la corte todo es cortesano: el príncipe de sangre real, el capellán de semana, el cirujano de distrito, el boticario». Estos días un populacho cruzado de odio, unos ilotas de la palabra, un chusmerío bárbaro e inmoral, se baten con un pobre niño de cinco años (comparten el nivel intelectual de un mono o de esa desvalida criatura) La hipérbole infecciosa patriótica-catalana prohíbe premiar libros no ortodoxos con sus ideas, de modo exactamente igual a como el Index librorum prohibitorum vaticano anatemizó a Kant, Bergson, Gibbon, Heine, Voltaire, Stendhal, etc…
Un premio literario debe sancionar la buena o excelente literatura. En Cataluña se limita a registrar afectos del régimen. Las élites culturales expiden carnets ideológicos, y la chusma apedrea simbólicamente a un niñito. ¡Corrupta, descompuesta, perversa Cataluña!
Grande Christian 👏👏👏
Eres un lujo.
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