
«El amor es un círculo bueno que gira eternamente de bien a bien» Dionisio Aeropagita
«Esplendor, verdor y alegría desbordante» Orphyca, Hymnos 60
Valgan estas palabras como preámbulo (y deseo) para este día de Nochebuena.
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Vivo inmerso en una especie de percepción o delirio de aculturación, donde la nueva cultura adquirida es la de los bárbaros asiáticos frente a la de los griegos civilizados.
Torpe, de pelambre hirsuta, ideas pastosas y lentas, uñosas manos con que trizan su inteligencia, así veo al 99% de la gente; un delirio en verdad irracional y sin refrendo empírico. Con cabecitas como hidras vacuas o furias con cerastas y rabo peludo. Así los veo, viviendo en el infierno de la ignorancia, de aquello que no saben, pero obligatoriamente debieran saber. Averno: “Donde su gusano no muere y el fuego no se extingue” (Marcos, 9, 48)
Época mendaz, zullona, con intensos rebuznos, tontorrona, donde reina la zupia (chusma, plebe -donde triunfa lo más ruin y despreciable que encontramos entre la gente.) Ganan y gobiernan los “sinsolillos”, como llaman en Andalucía a los necios. Parece el mundo y España un plano diseñado por pasmarotes babeando y perdidos en mitad de un patatal.
Si dividiera en aetates (edades) la Historia, la primera edad sería la que va desde la caída de los ángeles hasta el fin del diluvio; la segunda, desde el fin del diluvio hasta Alejandro Magno; la tercera, desde Alejandro Magno hasta la decapitación de Luis XVI; la cuarta, y última, de Luis XVI a nuestro próximo (y seguro) fin. Un fin y declive donde, como afirma una profesora de Humanidades de la Duke University: “Ya no logro que ningún alumno sea capaz de leer un libro entero”
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En la carta 322 (PL 182, 527/8) felicita Bernardo de Clairvaux a un joven noble que abandona voluntariamente sus lujos y se recluye en un convento a la busca de sabiduría. Le dice en cierto pasaje: “Corrumpunt bonos mores colloquia mala. Propterea, quantum poteris, fili, confabulationem hospitum declinato, quae, dum aures implent, evacuant mentem” (Las charlatanerías malignas corrompen las buenas costumbres. Por consiguiente, evita en lo posible, hijo mío, las conversaciones con tus huéspedes, que, mientras llenan los oídos, vacían el espíritu)
Si tuviera valor no dirigiría ni una palabra más a mis bobillos coterráneos.
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ARCHIBALD HIGBIE
Te desprecié, Spoon River. Traté de elevarme por encima de ti:
me avergonzabas. Te detestaba
como lugar de mi nacimiento.
Y allí, en Roma, entre los artistas,
hablando italiano, hablando francés,
a veces me parecía que me había librado
de todo rastro de mi origen.
Me parecía que estaba llegando a las cimas del arte
y que respiraba el aire que respiraron los maestros,
y que veía el mundo con sus ojos.
Y, sin embargo, examinaban mi obra y me decían:
“¿Hacia dónde vas, amigo mío?
Tus caras unas veces parecen de Apolo
y otras tienen algo de Lincoln.”
Y es que en Spoon River no había cultura,
y yo enrojecía de vergüenza y guardaba silencio.
¿Y qué podía hacer yo, de la cabeza a los pies cubierto
y oprimido por la tierra del Oeste,
sino soñar, y pedir nacer de nuevo
en el mundo, con todo lo que Spoon River significa
arrancado de mi alma?
Edgar Lee Masters, Antología de Spoon River
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VERSIÓN DE CHRISTIAN, ESCRITOR DE LAS REDES, DE MATSUO BASHO
Cansado del polvo,
incapaz de mantener con nadie
conversación sapiente,
busco habitación para hacer noche.
Olor de tejuelos e imprentas.