

Estuve leyendo anoche «La inútil lectura«, de Carlos Skliar, mármara.
El ensayo no es claro ni inteligible, las ideas están trufadas de pseudo-iluminaciones poéticas, y la filosofía es débil y meliflua imitando sin duda al peor Roland Barthes.
Todo lo que se puede decir se puede decir claramente o bien en un sistema adecuado de símbolos. La expresión clara corresponde al pensamiento claro, y la expresión oscura al pensamiento confuso. Si no lo dices claramente es que no lo entiendes claramente. El ensayismo inglés es un modelo irrenunciable de rigor (y amenidad) intelectual, como no lo son las vacaciones vacuas por la ininteligibilidad galáctica de post-estructuralistas, sean derridianos, lacanianos o demás especies y curiosos animalitos demodé. Estos nombres, escuelas o autores incurren de lleno en el terrorismo lingüístico, en el carajal o embrollo desnortado y pedante.
La tesis del libro es atractiva: los libros no sirven para nada, ni para saber, ni para mejorarnos como personas, ni para promocionarnos profesionalmente, en resumidas cuentas, que la lectura es una solitaria singularidad inútil.
El autor no encadena o arguye argumentos de modo ordenado y explícito. En base a intuiciones elípticas, creencias sin fundamentar en hechos o papers científicos, sub-tesis mongoloides, inferencias catatónicas, acumulación de escombros, así, totum revolutum, va mezclando algo que desearía sonara como sutil música pero que en realidad son chirridos que acaban en papilla densa o engrudo intragable. Se percibe el tomito como una morcilla rellena de cebolla sucia, indigesta, reseca, una pasta irracional con un pegamento barato muy lábil; el engomado envasa ideas flotantes, souflé, e inconsistentes.
El autor se desparrama en una ensalada de palabras; lo que técnicamente llaman los psiquiatras al estilo lingüístico de algunos esquizofrénicos: “ensalada de palabras” (mezcla casi arbitraria de palabras con poco orden sintáctico)
Una máxima de Epicteto observa que el filósofo es un hombre a quien si escuchas te hará probablemente más libre que todos los pretores juntos. Los epiqueremas de Skliar te harán probablemente más esclavo que todos los dictadores bananeros juntos.
Carlos Skliar posee una mente embrujada por la dimensión más estética y del feísmo más ilógico del lenguaje que por su dimensión cognitiva y clásica (inventio, elocutio, dispositio). Por ejemplo, y tomado al azar, leemos en la página 98: «Aprender que la lectura es un silencio-aullido que nos hace regresar, atónitos y afónicos, hacia los laberintos sin salido. Leer para encontrar la escritura de un mundo anterior, inabordable, que nos precede, encoge y acoge«. O bien leemos en la página 24: «Conocer: un concepto que se sostiene por la fuerza bruta de todo aquello que no es mirado, por la banalidad de considerar solo aquello que está en nuestra frente, o por lo que se dice pero se vuelve indiferente a las palabras. Pero leer no es conocer, sino percibir, adentrarse en la desobediencia del lenguaje, y quizá pensar«. Y todo así seguido, con ese tono oracular, ebrio, de casco de bombero bajo el árbol de Buda, apartándose las palabras y los conceptos del uso común y sin estipular uno nuevo, usando unos obiter dicta nunca justificados, ni decentes ni cabales ni inteligentes.
Infortunadamente compré el libro por el título, sin inspeccionarlo en la librería como es mi costumbre, atraído por la edición, mema y compulsivamente. No dejo de pensar que contribuí al éxito de un libro malísimo. De un “salivas”. De un estilo de libro o tipo de escritura ensayística tercermundista, ya muy desfasada. Leí el libro entero, más que nada por echarme unas risas. Lo regalaré.
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También estoy leyendo la novela «El museo de la inocencia«, de Orhan Pamuk, Mondadori. Voy sobre la página 70 -la empecé a las 5 de la mañana. Afortunadamente la novela parece que ahora empieza a tomar aliento. Hasta aquí poco difería de un culebrón turco de ésos de lujo, erotismo naif, romanticismo sentimental y plano, y amor arrebatado e irreal, amor de cliché tontaina à la Barbara Cartland. Carmen de Icaza nos contestó sobre si deberíamos leer a Pamuk o no, al abogar por no desdeñar estas narraciones para la educación de las hijas. Dijo en una entrevista: «[Mi hija] empezará pronto a leerlas. No veo ningún daño en que crea que los millonarios se casan con su mecanógrafa, cuando está colmada de virtudes»
La traducción es un horror, de juzgado de guardia ¿Contrató el editor a un traductor solvente o bien se limitó al GOOGLE TRANSLATE “Turco-Español”? Usa machaconamente la forma «había + participio» («había comido» en lugar de «comí», «había cantado» en lugar de «cantó»), incluso a veces en tres ocurrencias en la misma frase, eso por no mencionar los inelegantes «en el cual», «por los cuales», «entre lo que», y otras fórmulas expresivas y construcciones sintácticas que convierten la lectura en un tren traqueteante pasando por un túnel oscuro.
Si la belleza, según Tomás de Aquino, sumaba las notas de “debita proportio sive consonantia”, “convenientia partium” y “claritas”, el lenguaje de este libro es una hoja de berza repleta de orugas o bien como el retrato de Carlos II pintado por Carreño.
Suena todo a un castellano verboso, fatigoso, nada ágil, pesado de un modo innecesario, de fluencia artificial (hay frecuentes giros oracionales muy bulbosos, más feos que Picio); el español es enervante, de coche gitano, de “quiero y no puedo”, igual al atestado redactado por un inculto Guardia Civil en los años cincuenta.
Se percibe la traducción, no como hermosa transparencia feliz, sino como barrera o muro con vidrios cortados en su punta; infranqueable, insalvable; no les engaño al advertirles que leemos un español enladrillado, un idioma que en vez de jaeces parece que le ponen pelagra.
Mondadori (“Timodori”) debiera cuidar la edición, pues los fallos no son sutiles ni de ocasionales y rebuscadas filigranas intelectuales, sino autoevidentes, groseros, muy campanudos. Regalaré el libro sin acabarlo de leer. Uno se gasta sus buenas perras en libros y….En fin, la Carnicería Pascualín.
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«Quand une lecture vous éléve l´esprit, et qu´elle vous inspire des sentiments nobles et courageux, ne cherchez pas une autre règle pour juger de l´ouvrage: il est bon et fait de main d´ouvrier» La Bruyère
«Cuando una lectura os arrebata el espíritu y os inspira sentimientos nobles y animosos, no busquéis otra regla para juzgar la obra: es buena y se debe a mano de artista»
Lo que me han inspirado ambos libros son ganas de volver a ver a las “velinas” siliconadas de Tele 5 en vez de seguir leyendo. Y también el sentimiento noble de fusilar a los dos escribidores o, disyunción inclusiva, a sus capitostes y ejecutivos editoriales. En fin, Cultura Rin Tin Tin.