Libro dos desabafos 95

Tarde clara, soleada, exquisita. En los lugares ombrívols una humedad perfumada de setas y eucaliptos. No encontré a ningún alma viviente en mi salida por la aldea. Fumando cigarrillos, divago solitario. Leí a Gabriel Naudé, epígrafes como escorzos incisivos de luz. Triste. Ojo con la tristeza. La pena devora las mejores fuerzas.

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Me pongo a escribir para saber qué escribiría si escribiese (Duras) Las Letras tienen padre fornecino y madre palatina. Nací para escribir, no para discotecas, deportivos, chalupas, yates o balandros. Escribir no me ocasiona un proceso doloroso, ni un esfuerzo enorme, ni noches de insomnio. Como Umbral al decir de Delibes, escribo como meo. Es un esparcimiento, una compañía, y lo hago rápido, casi sin corregir (ay, ay), PERO NADA DE LO ACABADO RESULTA COMO DESEARÍA. Una frase abre el grifo por donde fluyen otras frases. Casi cualquiera puede ser polígrafo, pocos pueden ser buenos, casi ninguno genial. La creatividad no es más que esperar a ver qué aparece.

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La literatura se insertó en el complejo industrial del entretenimiento (Robert Hughes) Los letrados son celebridades que salen en la tele, en los medios; la fuerza de todo la mueve la maquinaria del dinero. Al menos, pese a mi mediocridad, me enorgullece no haberme vendido por una piscina o un plato de lentejas. No soy un escritor guitón. Me gustaría que los dioses me proveyeran de diez o quince años para enmendar y reprender mis errores literarios. No pocas ideas y emociones porcallonas esbocé. Pero, aunque escritor muy menor, disfruto tal si leyera las hojas de un infolio celosamente conservadas en un convento de Francia.

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Nada queda de esa belleza audaz, de la inusitada fuerza, de la singularidad delicada, de la fuerza nativa taumatúrgica, de las tragedias de Racine, de los volúmenes de las memorias de Saint-Simon, de las epopeyas homéricas. No puede conmover Woody Allen ni los Rolling Stones como la contemplación de ciertos mármoles o el De rerum natura de Lucrecio. Si tuviera la oportunidad, a Dios solo lo pediría siete palabras, solo siete palabras, ¡pero Dios mío, qué palabras!

El arte ya no lagrimea al verse tan lejos de la egregia decoración de la catedral de Vic por Sert. Cuando todo baja, nosotros bajamos también.

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