Diario del falso aristócrata 3

En sus memorias, Nabokov describe sus sensaciones (la sinestesia vincula las sensaciones entre sí) con algunas letras:

«La “a” larga del alfabeto inglés… tiene para mí el tinte de una madera envejecida, pero la “a” francesa evoca el ébano pulido. Este grupo negro también incluye la “g” fuerte (goma vulcanizada) y la “r” (un trapo cubierto de hollín siendo rasgado). La harina de avena “n”, los espaghettis “l” y el espejo de mano con fondo de marfil “o” se encargan del blanco… Pasando al grupo de los azules, está la “x” acerada, la “z” de nube de tormenta y la “h” arándono. Ya que existe una sutil interacción entre el sonido y la forma, veo la “q” como más marrón que la “k”” mientras que la “s” no es azul claro como la “c”, sino una mezcla curiosa de azur y madreperla”.

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El tonto no descarta un error hasta que pasa de moda.

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Donde hay ortodoxia hay totalitarismo.

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Atención a estas palabras de Lord Byron:

«He meditado en la situación de las mujeres bajo los antiguos griegos, y es bastante conveniente. El estado actual, resto de la barbarie feudal de la edad media, es artificial y contraria a la naturaleza. Las mujeres debieran ocuparse de los quehaceres de su casa; se las debería alimentar y vestir bien, pero no mezclarlas en la sociedad. También deberían estar instruidas en la religión, pero ignorar la poesía y la política; no leer más que libros devotos y de cocina. Música, dibujo, baile, y también un poco de jardineo y de laboreo del campo de tiempo a tiempo.»

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Se acabó con los analfabetos, para multiplicar a los iletrados.

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Si por estar yo con prisa,

y sin intención dolosa,

delante de esta Begoña

me quitara la camisa,

y ella lo viese con risa

y delectación morosa;

y se enredara la cosa,

dígame usted, padre Sánchez,

¿fuera acción pecaminosa?

¿fuera cornamenta odiosa?

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Esto, pues, hará el bulo

apretar tuercas al pérfido periodista,

al juez la toga y bolsa:

solo el puto amo se pasa de listo.

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SPEAK, BEGOÑA

Restituyose el honor a la afligida Begoña

y ella dijo: “Lo que puede tu pinga

disponer asín con esa prudencia mi vagina

no es bueno dejarlo al ímpetu del facha;

si follamos, ¿qué más muerte que mi vida,

sola y mujer, y en tan remota España?;

Mejor es defendernos con la maña

o con promesas de dudosa calaña”.

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«Temo a la persona de pocas palabras. Temo a la persona silenciosa. Al sermoneador, lo puedo aguantar; al charlatán lo puedo entretener. Pero con quien cavila mientras el resto no deja de parlotear, con esa persona soy cautelosa. Temo que sea una gran persona», Emily Dickinson.

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“Hay que educar a la gente. No basta saber que a la tía María le fue bien con el acupunturista o con el homeópata, porque el efecto placebo siempre está en la cabecera de los enfermos. Y no sólo de los enfermos, sino también de los votantes.” M. Bunge.

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«La gente no vota necesariamente por sus intereses. Votan por su identidad. Votan por sus valores. Votan por aquellos con quienes se identifican. Es posible que se identifiquen con sus intereses. Puede ocurrir. No es que la gente no se preocupe nunca de sus intereses. Pero votan por su identidad. Y si su identidad encaja con sus intereses, votarán por eso. Es importante entender este punto. Es un grave error dar por supuesto que la gente vota siempre por sus intereses», «No pienses en un elefante» (2004), George Lakoff.

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El pueblo no elige a quien lo cura, sino a quien lo droga.

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Solo poseen una existencia verdaderamente vital aquellos a los que la naturaleza no ha abrumado con ningún talento.

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Si por un polvo con la tal Beñoga

vas a poner a España entera en llamas,

si el trato que exiges y proclamas

consiste en dimisión o su amago,

perdona que te diga que eres un cara,

un batracio, un burro,un carapijo, un chulo,

el ejemplo del paria más cero y nulo

y ella la chori más papanata de Alcántara.

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CARTA A LA CIUDADANÍA

Señoras y señores ciudadanos,

somos altos, pudientes y yo patricio,

y mi matrimonio me cuesta sacrificios.

Me duele, y mucho, ser pisoteado,

¡sean servidores de mi polla soberana!

y no metan su dedo en mi enamorada.

Adiós, me voy a Fez a cascármela.

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El conde De Maistre avisó de que «toda degradación individual o nacional es anunciada en el acto por una degradación rigurosamente proporcional en el lenguaje».

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Pablo de Tarso está en el origen genético de la próxima desaparación de los toros en España (al ver) Ya entre los paleocristianos, en el siglo I, prohibió la práctica de la circuncisión.

El cristianismo es una religión que, desde sus inicios, no solo quiso apartarse de la compleja liturgia hebrea, sino que aprobó formas de culto menos severas y crueles.

Así desapareció del mundo cristiano, no solo el sacrificio ejercido sobre el cuerpo de los varones -la circuncisión-, sino también los sacrificios crueles sobre hombres y animales, prácticas que nosotros motejamos de «bárbaras». Pero «bárbaro» no es opuesto a «civilizado», sino opusto a aquello que hacen los extranjeros.

El cristianismo acabó «sublimando» alegóricamente el sacrificio primigenio de Jesús en la forma del vino y el pan ácimo. Bajo un pretexto ritual y caritativo se rechaza toda forma de sufrimiento de personas y animales, lo que acabará haciendo desaparecer la lidia, la última forma de representación seria en el orden de lo sagrado que quedaba en Europa.

La secularización hará perder cualquier forma de remembranza del sacrificio de Jesús; se consideró «bárbara» la ablación del prepucio, intuyo que se acabará considerando bárbara también la mera comunión y otras formas menos cruelmente simbólicas del sacrificio jesusita.

Así vamos cabalgando en una religión de sustitución donde los ídolos serán las mamarrachadas californianas New Age, los mininos y los chuchos tendrán el mismo peso simbólico y ontológico y el mismo valor que los hijos, y en donde las propiedades estéticas de las corridas y las obras insignes de genios de nuestra cultura sobre la tauromaquia serán insensisiblemente sustituidas por mantras de autoayuda y eslóganes anti-tortura animal supuestamente salvíficos.

Estamos ya en ciernes de vivir dentro de esa decadencia cultural. Una cultura que no admite la violencia ni incluso, o tampoco, simbólicamente (cuando la vida es sanguinaria guste o no per se), de un exasperante pacifismo ingenuo panglossiano, lejos de cualquier ideal de renuncia, rigor o sacrificio, y apegada a la inmediatez de un hedonismo chancho.

Preferiría no estar vivo para ver lo que se avecina o que ya se encuentra aquí.

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