Cuadro de Hopper

Nadie me llevará a un lugar
de gente joven y viva
con música y bullicio
muy lejos de esta casa.
Hace meses que no hablo
con nadie decente.
La soledad es un café
una mujer o un hombre
sentados solos
en la mesa apartada
mirando el suelo o la taza
ensimismados
un día de niebla
con el cielo rosa oscuro
a punto de anochecer.
Nadie me escribe,
las cartas son impersonales
instancias del banco, nadie telefonea
a este saco de trigo mudo
sobre una descascarillada
tabla de madera.
Así que calienta el plato
precocinado en el microondas
y come frente al televisor;
no rías ni sonrías, no llores
ni te enfurezcas -llama la
atención el aplanamiento,
el mineral allanamiento
afectivo de tus ojos-
y vete a dormir tarde
ridículamente orgulloso
de la pila de cacharros sin fregar
amontonados hace casi una semana
casi como trozos de tu rota piel sin lavar.

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