Del exilio

DEL EXILIO
De «El falso aristócrata»
Signo, con Flaubert, que el pueblo siempre se mantendrá en un estado de minoría de edad.
Que la mayor hambruna son sus mentes.
Que intrusos bodoques en las playas nos sacaron injustamente de nuestras villas.
Que la escoria, la chusma y el estiércol
asoma a sus labios como un frío de invierno o una rugosa niebla.
Ah el mundo bucólico anterior a los libros baratos,
antes que el cubo de basura en que nos hallamos no llegara hasta la estratosfera,
cuando el campesino iba a la iglesia
y era sano, tosco, astuto, tozudo y resistente.
Cuando el dinero lo tenía el que lo debiera tener.
Las masas se parecen a las bacterias.
El Hombre Anónimo de la Calle es un monstruo.
Todo quisque come comida enlatada.
Bocas toscas inundan los televisores.
Nos hundimos en un lodo putrescente rodeados de seres de barro y sinrazón.
No soporto ya más la bestialidad purulenta de esta civilización.
Papá, querido, ábreme los jardines toltecas o mayas del cielo.
Pero fuera de España.

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