Universitarios suicidas

Acabo de oír en las noticias radiofónicas un dato horrible; uno de cada diez universitarios tienen pensamientos suicidas. Esto sostiene mi antigua tesis de que la Universidad no es un lugar para aprender a vivir, para desarrollar la virtud, para hallar propósitos y sentido, sino una máquina expendedora de títulos manufacturados a granel. Y una de las primeras y principales virtudes es el valor de saber ser impopular, de ahí que la creencia que por nosotros debe sentirse una suerte de admiración universal, un amor beatífico puro, es de las más perniciosas e irracionales. El sufrimiento psíquico ocurre cuando la imagen mental de los demás sobre nosotros, la tomamos como una imagen también nuestra. Pero entre el punto de vista de los demás y nuestra autoimagen media la razón, el juicio individual ecuánime, la serena mente -que es de nuestra intransferible propiedad-, aquella que sopesa, mide, evalúa, compara, jerarquiza, pone prelación y luz, y de ahí se infiere -o debiera- una sentencia o aseveración o conclusión objetiva sobre el yo. Debemos tener el valor de ser solitarios merced al amor de nuestra mente, y saber ser vistos (altos, únicos) como un todo. Lo que somos es el precipitado de un análisis racional, nuestro verdadero estatus es justo esa acción y esa libertad. Tu yo no debes abandonarlo a los caprichos a menudo agresivos del mercado y la plaza pública, el yo debe elaborarse en silencio, soledad, sin perturbaciones ni patologías por esa obsesión paralizante del qué dirán. El mejor juez para los opiniones de mi carácter soy yo mismo, que siempre me llevo encima y procuro no envilecerme. Un insulto o un sarcasmo no tiene por qué avergonzarnos si sabemos que es irreal, y si es real lo asumimos con estoicismo olímpico -y propósito de enmienda-. Quisiera acabar con unas citas de las Meditaciones de Marco Aurelio, sabrosas a la par que sabias. «Tu decoro no depende del testimonio ajeno» «¿Acaso mejora lo que es alabado? ¿Acaso empeora una esmeralda si no es elogiada?¿Y qué decir del oro, del marfil, de una flor, de una pequeña planta?» Nos pueden condenar o censurar merecida o inmerecidamente, sí, pero el árbitro del litigio siempre es tu mente soberana elucidando, tu razón lógica, tu cerebro que mide y evalúa. Muchos «me gusta» en un post pueden significar un acto generoso, pero la raison d´être del vivir no son los like de Instagram o Twitter o de las redes sociales. El refrendo a tu valía cae exclusivamente en ti, en la madurez de tu autoconocimiento. Temo y me apena la salud mental de estos adolescentes universitarios que se han criado en la ecología de las tecnologías, que, amén de distraer e impedir el pensamiento profundo y solitario, buscan el aplauso general fuera de sí mismos, buscan su valor en función de las reacciones de sus seguidores, pero fuera de su yo más verdadero, de su mismidad, fuera del enrejado rosáceo de Psique que siempre hila con un cerebro y corazón alto, libre y activo hasta casi crear un sileno.

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