Día del padre

Una vez que me comporté muy indignamente con mi padre -prefiero no explicarlo, que todavía duele- éste me llevó a su despacho y más o menos me dijo «El afecto de un padre no es incondicional, y la rectitud pesa más que el amor, o, cuando menos, la inmoralidad deteriora el amor. Si no meditas y cambias -con dolor- te expulsaré de mi comunidad moral.» Mi padre educaba con guante de terciopelo en mano de hierro, con autoridad, rigor, y sin esas beaterías chill out o astrologías mamarrachas a lo Paulo Coelho de la pedagogía posmoderna. Sabía lo que tenía que hacer porque le sobraban convicciones y razones. Me eduqué en un ambiente que adoraba la cultura, exigente, respetuoso, honrado. Mi padre propendía a la intolerancia y una moderada falta de empatía, virtudes que compensaba mi madre (a la que sumaba una ironía inteligentísima). El esfuerzo y la diligencia para todos nosotros eran méritos casi sagrados, como cierto orgullo de clase burguesa que desdichadamente a veces se resolvía en un sarcasmo algo despreciativo por las clases subalternas. Mi vocación de escritor fue fuente -parcial- de conflictos, y mi propensión a la ociosidad y haraganería infinitamente mucho más sancionadas híspidamente. Pero su legado y forma, si pudiera transmitirlo a hijos que nunca tendré (soy hijo sin hijos), sería el mismo, excepto -seguro- el clasismo y la frialdad emocional (insistiré en algo ya dicho, mi mamá es mucho más cálida de lo que lo fue mi papá) Su memoria vive en mí mientras yo viva, una memoria que cada vez me hace más bien, una promesa de felicidad y serenidad, un aguijón de melancolía.

3 respuestas a “Día del padre

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s