Hedonismo

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Juegos, bailes, fiestas, orgías, placeres, curiosidad de la carne y energía del desenfreno, estaban en las sociedades tradicionales regulados y circunscritos a ritos de paso y fechas determinadas. La sociedad de consumo capitalista los puso en un incesante movimiento perpetuo, sirviendo de paliativo a las frustraciones y actuando como un sucedáneo a la dificultad o exigencia de la vida. Recuerdo los «habitus» de mi clase burguesa culta y propietaria; constreñía tales placeres bulímicos, los criticaba si eran frecuentes en lugar de ocasionales, los valoraba solo como contrapeso y excepción. Incluso los valores espirituales del arte y la cultura debían vivir en un justo medio entre extremos. De ahí que mi padre dijera con su bonhomía irónica que la cultura es el complemento de una buena vida o el suplemento de una mala, como el queso era el complemento de una buena comida o el suplemento de una mala. Y de ahí también que censurara el hedonismo irrestricto y avasallador que empezó a percibir a partir de los años 80 del pasado siglo. Hombre sabio.

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