
(a) «Aprender puede ser un placer, pero, insisto, requiere un esfuerzo y un trabajo. Hay que decírselo a los niños. Si no, les estamos engañando. Tocar el violín, por ejemplo, no es fácil. Requiere mucha práctica. Infinidad de estudios muestran que se necesita un esfuerzo prolongado para mejorar en cualquier cosa (tocar el violín o el piano, aprender matemáticas o historia, aprender mecánica de automóviles, dibujar, danza, programar, redactar, etc…) Para ser bueno en algo tienes que dedicarle muchísimas horas. Y hay que hacerlo de forma consciente y trabajar con un maestro. Todas las investigaciones serias avalan la idea de una escuela basada en el esfuerzo del alumno bajo la dirección de un profesor» Enkvist
No vendamos la moto a desarmados e ingenuos alumnos de un mundo feliz al alcance de su mano. Formemos a futuras personas adultas y maduras. A la escuela no se va a hacer actividades más o menos chill out, sino a trabajar y estudiar. Si por desgracia los profes se encuentran a alumnos que no han oído un «no» en su vida, no nos pleguemos a los síes o sus síes. Una cosa es un aula y otra muy distinta el salón de su casa. Si un docente al que su inconsciencia, inmadurez o lavado de cerebro por parte de pedabobos, cree que su función es respetar plenipotenciariamente el afán de descanso o entretenimiento de sus alumnos, creará monstruitos que, además, poco aprenderán, poco, muy pero que muy poco. La escuela debe dar una base intelectual. El resto es timo del tocomocho. Amigos ex colegas ¡¡nunca os pleguéis al capricho de vuestros alumnos sobre qué estudiar y cómo!! En caso contrario, yo os acuso severamente de convertir el aula en una forma patética de ocio y en una fábrica colosal de ignorantes. Como ya lo es.
(b)
«Para ese famoso psicólogo y pedagogo «la empresa ha descubierto que invertir en mejorar nuestra vida socioafectiva es rentable» Yo no sé si se refería a la empresa como Ser Supremo o a una empresa en concreto que olvidó citar, pero encuentro muy penoso hablar de rentabilidad en relación con la vida socioafectiva. Semejante sometimiento a la rentabilidad resulta ya no incómodo, sino directamente opresivo. Hablaba también el autor de «la necesidad de ser feliz para trabajar con eficacia»
Con este tipo de planteamientos justamente se está alejando lo que quedaba de felicidad en nuestras aulas. Es la paradoja del pedabobo borderline triunfante.
«Esto es una invasión en toda regla y no se sabe cuánto tiempo resistiremos antes de ser estupidizados definitivamente. Ya sabemos que la Ilustración pasó de puntillas en nuestro país, pero lo que está ocurriendo en los últimos tiempos tiene visos de catástrofe.Involucionamos de manera imparable. Nos dirigimos de forma desbocada hacia tiempos oscuros, medievales, en los que la superchería campará, si no campa ya, a sus anchas, amenazando con eliminar cualquier atisbo de sensatez o racionalidad»
Citas de Alberto Royo, músico y profesor (del que tomo el título de una obra de su trilogía sobre educación como título del post)
(c)
Arnold declaró que la literatura es crítica de la vida. Cuando he dado clases de letras o ciencias siempre intenté -en la medida de mis escasas fuerzas- conectar el temario con la vida de mis alumnos o con la vida en general.
A las nueve de la mañana puede ser arduo comentar a adolescentes las relaciones algebraicas, explicar una herencia en una «masia» del siglo XVIII, las sinécdoques en Horacio, las series de Fourier, o las propiedades de un campo electromagnético, sin que se perciba en el ambiente una gravedad de pesadez somnolienta.
A mi ver un profesor, igual que un cura da sermones, debe espolvorear su discurso con lecciones morales. No adoctrinar, sino aconsejar con prudencia, comentar la vida. En mí hubo siempre una irrefenable vocación didáctica que determinados imponderables mutilaron. Era algo indisplinado con la insoportable burocracia y algo impúdico en clase, y, evitando como peste el colegueo, no me importaba hablarles de sexo, la muerte, los sabores y sinsabores del estudiante, el tipo de profesores que existían, anécdotas históricas de las biografías de los autores o época que explicaba (Turing, Newton, Cernuda, los emperadores romanos, la Revolución Americana, etc…), cómo moderar el deseo para renovarlo, cómo sería el asesinato perfecto, por qué les gustaba la telerrealidad o los talent show, cosas de mi doméstica, en fin, de todo lo divino y humano.
J. Stuart Mill escribió «El propósito de las universidades no es formar abogados, médicos o ingenieros expertos, sino educar a seres humanos capaces y cultos», Arnold escribió asimismo «la educación cultural adecuada debiera inspirarnos afecto por el vecino, un deseo de aclarar la confusión del hombre y la miseria del hombre, y debe engendrar la noble aspiración a dejar un mundo mejor y más feliz del que encontramos», Dideot afirmó con absoluta clarividencia «En lo concerniente a la educación pública nada existe de variable ni que dependa esencialmente de las circunstancias. Siempre será el mismo el fin de la educación, en cualquier siglo: formar hombres virtuosos e ilustrados».
Mi ambición o ideal siempre fue dar clases como si impartiera un sacramento secular. Los humanos o alumnos somos seres tensos y atribulados y agradecemos el cuidado del alma. Nunca hubo malentendidos con mis alumnos, las cartas estaban claras; era muy duro y exigía mucho porque educar para mí no era un pasatiempo de profe sindicalista pasota o tarea de lorito repitiendo veinte años lo mismo. Como que ellos sabían que yo no cesaba de estudiar también sabían que suspendería sin remordimientos o contemplaciones a vagos, jaraneros o turistas calienta pupitres.
Me echaron de profesor. Mi orgullo es que no fueron los alumnos sino los directores de centros o de instituciones privadas.
Bravo…👏👏👏
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