Sobre estudiar para irse de este páramo de Malls y Burgers

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¡Cómo detesto este tiempo de boxeadores sonados!

Provechoso será disponer de abundante estudio y huir,

evitar el plano real en pos del plano onírico.

Soñar -estudiándolos- con los libertinos franceses,

amar a ese colega espía de Mademoiselle Beaumunt,

sentir el traquetear del tetrámetro trocaico, acampar

sobre la nieve con el Ejército del estandarte verde,

conocer el alta y noble álgebra, las Leyes, la Física,

y nunca, jamás, bajo ningún concepto ponerse a vivir.

Entro de noche en mi despacho, contiguo al jardín bajo

el cielo de estrellas, con mi atlas, el escudo de familia,

el reloj viejo, y mis libros encuadernados en principesca piel.

La vida es entonces más bella que una adolescente bronceada

por la imaginación, y no se agranda la viscosidad

turbulenta del Orden, ahí, en mi gabinete, forrado de corcho,

me amurallo frente al estruendo de los apaches crápulas.

Paso la noche estudiando y untado con la música

de la Luna. Misteriosamente después me acoge dulce el alba.

Estudia y lee, querido lector. El único modo para que tu corazón

no se llene de arcilla y bagatela, para que la vida

ordinaria no te aturda ni engañe, o muy gárrula a ti te embelese.

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