
Oigo el martilleo obsesivo, inválido e ignorante, de los políticos. No fundamentan, aseveran, meramente aseveran algo, con énfasis y vehemencia, creyendo que esa tonalidad emocional sustituye a las pruebas y convierte esa aseveración en verdad.
Usan y abusan de sofismas patéticos. Envuelve los datos y opiniones con evidencias débiles y razonamientos falaces. Escatiman la verdad en una riada enorme y cansina de irrelevancia.
La inteligencia es una capacidad perfectible. Debemos mejorar la claridad y precisión de nuestro pensamiento, y engrandecer nuestra capacidad deductiva y afinar las formas inductivas naturales de nuestra mente.
Tengo la impresión que los políticos proveen de simplón entretenimiento y hacen su trabajo para agradar a su parroquia, despertando ciertas emociones y liberando así filias y fobias para la cháchara efímera en las redes.
Voltaire observó: «Una palabra mal colocada echa a perder el pensamiento más bello». Qué oradores más bull-dog. Los políticos hablan con aplomo del sol, la luna y las estrellas, y no vacilan en hacernos partícipes de los secretos del Estado y la felicidad de los gobernados ¿Será para que nos desternillemos?
Recodemos. El 27 de Agosto del año 413 a.C. tuvo lugar un eclipse lunar de particular importancia histórica. Fue observado por Nicias y los atenienses que por entonces sitiaban Siracusa. Debían regresar a su patria ya que era riesgoso permanecer allí. Pero para los atenienses un eclipse era algo funesto por lo que postergaron el viaje con la consecuencia de que toda su flota fue tomada prisionera por los siracusanos.
Postergar o eclipsar la razón y la ciencia trae miserias y desdichas. La política hace mucho que no se rige por la deliberación y la previsión sino por la superstición, el populismo, la inmediatez, la mediocridad asumida, y el oscurantismo medieval. Probadas muestras tenemos ahora de ello.
El lenguaje, al igual que una caja de herramientas, tiene una extraordinaria variedad de funciones o, por decirlo de otra manera, existe un número extraordinario de acciones humanas que el lenguaje representa adecuadamente. Nosotros dialogamos con los demás mediante el lenguaje, y supongo que cuando nos oyen no queremos quedar como personajes vagos, confusos y equívocos. Y también con el lenguaje pensamos con nosotros mismos (pensar es hablar) y, aunque alguna vez nos gusta hacer el simple y el tonto, no queremos fundamentar las decisiones importantes de nuestra vida con ideas confusas, pseudoargumentos y creencias erróneas, y quedar asimismo ante nosotros mismos como tipos confusos e inarticulados.
¿Qué cosas podemos hacer con las palabras? Rezar, avisar, consolar, explicar, describir, proponer, anunciar, criticar, bromear, pordiosear, incitar, compadecer, interrogar, notificar, exclamar, disentir, contar, acordar, oponer, prohibir, blasfemar, jurar, protestar, demandar, contratar, intimidar, persuadir, exponer, argumentar ETCÉTERA, ETCÉTERA….
Los políticos son una pléyade de transgresores de las leyes de la lógica formal e informal, y lo que hacen con el lenguaje son caquitas. Zigzag, irrelevancia, retórica, mover los palos, peces rojos, pensamiento desiderativo, cortina de humo, definición persuasiva, sofismas patéticos, muñecos de paja, insultos, generalización precipitada, falsos dicotomías, falacia democrática, falacia booleana, evidencias anecdóticas, mentiras, equívocos, vaguedad, mentiras, perogrulladas, pertenecen a su arsenal (un museo de los horrores sin posibilidad de fin) retórico bajo, sofístico y falaz.
Y súmese a esa miseria de contenido, el envoltorio o ropaje lingüístico, seco y pobre como espina de arenque.
Parece que la verdadera desgracia de la política no sería un supuesto impedirnos hablar, sino el obligarnos a hablar.
Si hablo o pienso o escribo, y comparándome con los políticos, espero que no piensen «cousinage, dangereux voisinage». Son avulgarados trapaceros de music-hall. Hablan dando brincos en un estilo pogo-stick, dislocados y como canguros borrachos. Una cosa es ser fluido, sencillo y directo, y otra tener el esplenio roto.
Zafia (acelgas, aceitunas, alcaparras…) democracia. Epistocracia: pluma estilográfica con diamantes, Reloj Platinum World Time, lucernarios en la casa. En una de las esquinas de Hyde Park, a tiro de piedra del arco de Wellington, se encuentra el Lanesborough, uno de los hoteles más exclusivos de Londres. Tal la epistocracia. En cambio la política y los políticos: humilde casa pequeña y tosca, hacinada y sucia, hecha con cañas y cubierta de paja. Queridos lectores, no olviden a Quevedo: «Un pueblo idiota es seguridad para el tirano»