A man does not know he is saying until he knows what he is not saying, por lo que el poeta comienza diciendo que no es su idea de poema la cansina y abnegada difusión de un abnegado credo político, ni la farragosa y seca y árida o dogmática propagación de la fe religiosa, ni la quincallería retórica de orientalismos de feria de las vanidades; tampoco cree el poeta lugar del poema la metafísica tan recalcitrante como histérica, como histriónica, esos vaporosos y gélidos, tontamente algebraicos, vaporosos poemas universales que complanan la capacidad perceptiva de un mono creído. La legítima actitud silenciosa del místico a veces siente como certeza ante tanta literatura poética de autoayuda podre y trivial, donde se sustituyen pruebas de digna emoción por perentorios estados de directa sandez. El poeta sabe que en el poema hay que decir lo que es que es y de lo que no es que no es, y ser inteligible, flexible, paciente, elucidar y clarificar ese «no se qué» que ronronea lascivo. En el impensable destino nuestro, toda estrafalaria cosa es posible, a saber, la floración de la apoplejía poética, del chistoso poético, del poeta burgués acomplejado. Ah, ay cuánto coño de cupletista anciana. Qué pomposo acurrucarse en la mendacidad de la letra sin imanes, sin manes. Siempre creciendo los márgenes de esa vida irreal. Siempre el pecado de la irreligiosdad poética.
Umberto Boccioni murió en Verona a consecuencia de la coz de un caballo. La razón turbada de M.L.King y Lincoln cayó con bala. Un íbero en tierras gauchas ajustició a Ecoto Eriúgena. Al rey Cirilo le metiron plomo por el culo. Jill Jarrell soportó al pesado. Y yo muy cuco aprecio a mi chucho. Mi necesidad de cariño es mayor que mi capacidad de recibirlo. Y el mundo deslumbrante de la caza, la táctica, la destreza y la alegría, el mundo de añoranzas y sentido común compartido, está en la mancha de sangre de mi pelo pegajoso. El pelo-poeta.
La poesía es el verbo hecho tango, dijo Biedma. Y el poema demiurgo hace noche en la entelequia galáctica, y sin fundamento racional en su base geomancia es igual que geología, aeromancia que aerología, demonomancia que demonología, lo que acarrea confusión, porque no hay un alma universal o principio activo del todo, porque la adivinación es el presagio de los mutilados e inútiles. El poema legisla previo paso por la realidad. Si el poeta profiere «llueve» de repente no se pone a llover. Si «la nieve es verde» no por ello deja de existir en el mundo la nieve blanca. Y cúantos confunden profundidad con la inmerecida atención a oscuras sentencias oraculares que nada significan, cuentos idiotas de imberbes mimados. Toscamente: sin vivencias, lecturas y lucidez todo es falaz, castillo de naipes sin base.
Afortunadamente resta el furor divinis de un zulo -alto minarate- salpicada de escarcha de palabras, y cuevas con cánticos de yunque, y el crujir del olmo hendido por la locura, y la niebla cubriendo la cocaína del pubis, y la rotación de inmensos opalinos en el mediodía de la luz, y la mimosa gasa manchada de grasa, y la autopista del túnel de las piernas dispuesta por el cielo, y la enorme lengua de yerba de la nada, y las heladas braguitas donde se rompe la zapa, y el ardor que no termina y el tormento que invade, y alacranes dibujados a carbonilla, y el filo de daga del déshabillé, y la clavícula de Calígula, y el Santo Bebedor, y el sexo con aroma a retama, y castores, y coprofagia.
Afortunadamente persistimos los poetas frente a tanta infamia universal.