Me agrada la pintura y estatuaria y la arquitectura antigua, las iglesias y catedrales medievales sobremanera. Hoy rodeamos con vallas electrificadas y candados los predios de nuestras casas. Preferimos la piedra preciosa al cuenco de las manos, al íntimo calor de la suavitas. Anhelamos estar rodeados de enardecido oro. Somos ahora una estirpe negligente, condenada, carente de capacidad y vigía solo del vigor de los dineros. Somos bellacos vulgares sin poderío de lo que en verdad importa. Nos parecemos a una masa informe de bacterias. Con emociones ingenuas, sencillas, pueriles y convencionales. La naturaleza no nos suministra tampoco su liberalidad. La ciudad es un patrono condenado, un averno de cemento e hiel. El beneficio verdadero es la estética, no así el peculio, el oficio de oficina, el trabajo engañoso y trilero. El dinero tirita pues da frío de mala vida. Y la mayor belleza es aquella Belleza que hace más bellas a las pequeñas bellezas que encuentra en su camino. Todo es vanidad si se compara con las grandes obras del Hacedor. A esa brasa ardiente, a esa herida luminosa, que muerde los frutos de la tierra y a las aves del cielo, a esa brasa: gloria, gloria, gloria. La iluminación ilimitada es muchísimo más que cualquier divertissement trivial, más que los chuches posmodernos de crecepelos y tentempiés. El Contemplador contemplado, poseído y amado es Belleza Suma, Éxtasis Puro. La sobreabundancia de tal vivencia vislumbra goces eternos. En el pórtico de Chartes hay clemencia, alabanza y dicha, elogio y pasión celeste en cada piedra, y el aire entre las piedras que se mezcla con la luz. Ver el pórtico de Chartes o la Catedral de Burgos es sentir algo insólito, inhóspito, vero, lúcido. Pues no hay más miseria que la del hombre sin Dios. Y profanar a Dios es profanar la causa de su pulcra belleza, de su amada belleza que nos ama. El arte conduce a Dios porque los poetas nos alimentamos de milagros y los artistas de epifanías. El alma es una pequeña placa de vidrio que bordean hojas de acanto y laurel. Que se os ilumine e incendie el alma, amantes lectores, que ardan las hojas contiguas. Ved , observad que en una Virgen pintada por un gran pintor antiguo percibimos nítidas las notas de inquietud, recogimiento, interrogación, sumisión, recepción de la dignidad de la concepción. Hoy el mundo carece de esas calidades de conturbatio, interrogatio, humiliatio y meritatio. El efecto de las estrellas y los planetas dejó de eclipsar a los hombres, y, así, hoy los grupos musicales se llaman ahora Garbage, Mojinos Escozíos, o Public Enemy. o Trash, mera, entonces, expulsión del paraíso. El arte actual naufraga en nihilismo y destierro de la belleza. No hay plenitud sino aniquilación. No hay esperanza sino un enfermo y morboso refocilarse o regodearse en la nada y la consunción subsiguiente. Pero el hombre necesita en sus entrañas belleza, experiencia de la belleza, mímesis de la belleza, creatividad de la belleza y la forma de la belleza como el pan de comer, lo exige como exigen aire los pulmones. La actual grotesca subversión de lo eterno y la instauración universal de la fealdad es todo un síntoma de anomia y decadencia. La belleza es el sutil ornamento de la gracia, en nubes, pájaros y labios, en nubes, pájaros y en abrazos y tirantes pieles. La gracia es una agudeza fina. Lo absolutamente bello es grato. La disposición adecuada de la gracia es la ronquera de Dios, la luz del alba de madrugada es el timbre foniatra dulce divino. Un trueno es furor divinis. Lo sensible en el intelecto agente se acumula y abre nuestras puertas a la percepción. No podemos alterar el teatro de la belleza del mundo y nuestra ínsita necesidad del mismo, de recorrer sus estancias, galerías, palco y antepalco, jardines y torreones. El juicio común bello fundamenta la astronomía, la astrología, la numismática, la náutica, la cartografía, la vida en mayúsculas y la vida en minúsculas. Lo bueno, y lo apacible perfecto es bello. Lo bueno perfecto es la belleza sin imperfección. Y es bello el hombre, lo universal y el universo, todo ello cantos y épicas de belleza. Estamos hechos de un república de células estéticas; esa es la verdad del asunto. Asunto que a todos concierne e impele.
El mundo bello de la antigüedad es el deleite imaginativo de mi vida. El mundo feo y chirriante, cacofónico, de hoy, el hoyo de mi melancolía negra. ¿Sanaremos?