A mi ver, la poesía, el arte, es un comentario o crítica de la vida, una elucidación o correlato de la misma, de la vida igual a la Vida. En el arte creo vive la vida mayúscula, su magnificencia y magnanimidad, su pasión y majestuosidad, su locura y reciedumbre, su sordina melancólica y tendencias punitivas. Entiendo por el término «vida» tanto su sentido lato como laxo, de vita activa et contemplativa. La poesía o arte la investiga, contempla, acaso con nervadura triste o epifánica, la sueña, la imagina, la aclara y la enturbia; la emoción literaria intensifica la vida, la emoción artística congela hasta el deshielo, estremece las ideas que suceden al sentimiento, tensa los sentimientos previos a las ideas. Creo que la vida vive su más alta vida en la poesía. Como un duplicado fotográfico revela detalles divinos, así la forma mentis del arte revela una cosmovisión implícita del artista, de cada artista, que da a nuestras rutinas a menudo abyectas y deprimentes, una capacidad de sustitución e intuición sobrecogedora. El científico descubre, el filósofo especula o argumenta con notas más o menos claras y distintas, el ciudadano sobrevive, el mundo engaña, pero la ars poetica múltiple, el acerbo artístico histórico, nos permiten -creo- vivir con los ojos abiertos y emocionados, o sea, unir sentimiento con reflexión, que acaso no sea mala forma ni innoble de pasar por este mundo.
Por lo tanto el tema, mejor dicho, los temas de la poesía o arte son los ínsitos o circunscritos a la vita en sentido general. Como que el arte habla de la vida entonces los temas del arte son los temas de la vida, acaso con el matiz que privilegiando aquellos que más nos instan o conciernen; el placer, Dios, el Amor, la Belleza, el significado, la libertad, el destino, en definitiva, lo que más nos «toca» o constituye, lo menos no sólido, aquella gravedad en la vividura transida y templada en corazón y cabeza cual si formasen ambos una víscera. Y, vano subrayarlo, esto que estipulo o convengo en calificar de «sólido» puede tratarse artísticamente con las maneras más juguetonas, livianas y de aparente divertissement. La poesía puede hablar de cualquier cosa y de cualquier manera, pero quizá para hablar bien debe legislar o tomar una Forma, sobreentendiendo las ya plurales -necesariamente plurales- República de las Formas. Si, y disculpen lo abstruso, definiera arte, acaso me atrevería aseverando que es la formalización de una experiencia real o imaginada, del entendimiento o la voluntad, que crea ecos de anuencia en el espectador, se puede clasificar por calidades -hay como una coautoría de dimensión objetiva y subjetiva-, y es una Forma Posible de Vida, si feliz, esplendente. A veces me susurro a mí mismo que la Forma del poeta y la Forma del poema no disuenan, o a lo mejor no deberían, no lo sé, como no disuena el pájaro y la luz que lo envuelve.
Ese comento de la vida que creo es el arte, hace que más brille y a sí mismo se admire la vida misma, o se oscurezca sin placidez, porque los análisis de la vida no siempre son resolutivos. Y esa poesía o arte es hija de la transpiración, de solución a peliagudos problemas de composición. Pero también a veces los dioses dan también el primer verso, o te los retiran para siempre. Creo que un arte de solo ocurrencias es objetable. Creo en tapices y jardines eufónicos. En el verbo bello y esclarecido, en lo musical y sapiencial, en lo verdadero y razonado. Creo que el arte es una fantasía que alude a la inteligencia. Creo que un matiz o un adjetivo o una nota o una pincelada si necesaria, infalible, si sobrante, angustiosa y feble. Creo que husmear a Dante, Wordsworth, Mozart o Bach, Cervantes y Cernuda, Auden y Louis Armstrong es lo que puede justificar la vida, lo mismo que un amor cumplido. Creo que el arte no defallece, y que no es corruptible y que se alimenta de sí mismo. Creo en la religión del sentimiento de la poesía.
Si la vida es mezquina, cosa no dudable, la antimediocridad por excelencia es el vissi d´amore de la metáfora. Hacia la región en las antípodas de lo común te dirige el poema (insisto; a veces con maniera totalmente consuetudinaria), hacia sensitivos cielos esféricos como seno de amada. Si vida mezquina, si frufrú de ruidos inanes, si avaricia, depresión y hastío, si hiel y sinsentido, el gran fármaco del arte desincrusta, es ácido contra la melancolía sucia, corroe lo innoble patético. A veces soñé con soñar y vivir como en la lectura calma y honda de un poema, en sus sorbitos de delicadeza, en sus tragos de sabia emoción que conoce; no fue posible. Pero sé que la lectura de ellos disolvió mi chatarra y mi bisutería, mi poco fáustica imaginación. Anhelar vivir más y más alto, anhelar el estremecimiento rojo, anhelar lo real maravilloso, lo ideal sublime, lo extraordinario, ¿es una percepción amorosa o artística? Creo en el Arte como una Forma de Amor. Mi mente sin cultivar, yerma, es una covacha de miseria y estupidez sin poesía, un erial sin raíces si no hay poesía.
Creo el poeta, el arte rescata la hondura de esta Era de la Superficie (insisto; y ya no más; sin obligadamente maneras pedantes, afilifosadas, o pedestremente densas) Lo que permanece en esta Imposible Era del Silencio lo fundan los poetas. El alma al plasma sanguíneo que nos falta la ponen los poetas, los pintores, los músicos, los cineastas, los escultores, los bailarines, los cantantes et caetera. Ese pez que sale a boquear encima del agua, y engulle aire oxigenado, luz zodiacal, moléculas de agua limpias y vegetales, diría es el artista. Son guerreros alados viajando a la velocidad de la luz. Y espíritus donde no están ausentes ni los bits ni tampoco los ángeles. Son un fulgir delicado de sentimientos que declara su amor, una heladera propia del orgasmo disparado, pieles rojas en la quinta avenida, perfección que nutre, música que agrieta insulsas ínsulas, mecanismo psíquico de poleas y palos de mesana, órbitas lunares. It´s too romantic, sí, pero creo que por lo menos no mendaz. Un artista, cualquier adolescente de qualité en aldea o metrópoli, que ahora piensa en no permutar fama por grandeza, ni dinero por obra, ni moral por costumbre, ni lo privado por lo público, ni el genio por el ingenio, ni la verdad por lo verosímil, ni la palabra por la charlatanería, ni la pose por la sensibilidad, es la semilla mántica; a ti, oh Rimbaud o Virgilio púber, rindo tributo; tuyo el fuego de Prometeo. Que motos rockeras o flautas mozartianas sean tu albada. Que la claridad de tu visión sea Osadía en la Visión. Tienes rayos X en la mirada. Drógate solo de pureza. Contra el raquitismo telegráfico actual escribe, contra la pequeñez de mi alma, escribe, contra tanta Sifilización o mierda abstracta y concreta, escribe. Escribe y pule, escribe y escamonda. Tu voz delgada (me gustaría mucho que fueses mujer) insulta al Homo Oeconomicus o Scientificorum inhábil para el diálogo. Tu voz crea nuestras mentes en esta Era Medieval Tecnológica. Mi futuro, sin vosotros, es aterrador.
El poema o el arte jamás es un gusano o reptil reptando a ras de tierra. El poema no es berza hervida ni arenque reseco. El poema es flor de prímula que brilla invisible, heliotropo al compás del sol. El poema es una mosca que sabe salir de la botella, una vidriera iluminada desde dentro de la catedral, un tapiz del que se ve al unísono el haz y el envés, un pentagrama inmaculado. El poema estremece la médula espinal. El poema es un chirrido que saja por la mitad las vértebras. Y si en la FORMA A se dan poetas geniales, grandes poetas, buenos, mediocres y malos, y lo mismo en la FORMA B, C, D, etc… no deja de ser una no mentira que quien escribe poemas con más de cuarenta años (cuestiones de calidad al margen) es un pequeño Dios, es un pequeño Dios que siente y piensa al unísono. Al escribir nos arrulla el mar, trémulos mordiscos nos dan los amantes, gongs con fuerza de destino notamos. El percibir nos provoca la percepción. Vemos fascinantes fenómenos de daguerrotipo en nuestra propia vida. Vida. Color y contracolor del Arte.