¡Cómo echo de menos las partidas de ajedrez con mi padre! ¡Cómo echo de menos a mi padre! Teníamos un nivel similar, aunque él jugaba de modo más creativo y agresivo. Como que nuestra casa era un poco pija, en un rincón del comedor, junto a la ventana, teníamos una mesa de juegos. Con mi madre jugaba a las damas y a las cartas, y con mi padre al ajedrez. Ya no existe la casa y mi padre está muerto y mi madre mayor y enferma. «Todos los cambios están más o menos teñidos con la melancolía porque lo que dejamos atrás es parte de nosotros mismos», Amelia Barr. Muy a menudo tengo la sensación de que todo está desérticamente despoblado y que mis únicas estrellas vivas brillan en un cielo muerto. Suscribo en su totalidad la observación de Robert Burton «No hay algo así como la felicidad, solo menores matices de melancolía»
Orate, orante y diletante. Burgués hacendado, aldeano ilustre. Pienso bien, escribo regular -desearía que con distinción-, y hablo mal. Solitario compulsivo. Lector omnímodo, omnímodo, diagnosticado de bibliopatía. Apocalíptico y antimoderno. Debemos apartar el chusmerío de nosotros y buscar el lujo de la mente, también la bondad. Voltaire: “La terre est couverte de gens qui ne méritent pas qu´on leur parle (la tierra está llena gente a quien no merece la pena dirigirle la palabra) “Por desgracia la expresión coquin méprisable , granuja despreciable, resulta aplicable a un número terrible de personas de este mundo” Schopenhauer. “Nec vixet male qui natus moriensque fefellit” Horacio, “No se da mala vida quien de nacimiento a muerte pasa desapercibido”. Mejor no podría ser dicho. O bien igual Ovidio, “Bene qui latuit, bene vixit”, “Quien bien se esconde, bien se da”. Solo y oculto se está mejor en esta hodierna e híspida civilización donde la publicidad está por encima del logro, la revelación por encima del comedimiento, la sinceridad por encima de la decencia, el victimismo por encima de la responsabilidad, la confrontación en lugar de la cortesía, la psicología sustituyendo la moralidad. Para acabar ya, y como divisa o lema: "Litteras ese solas quae homines ese vere convincat", las letras son la única prueba de que se es verdaderamente hombre.
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Cuando añoramos los momentos que nos hicieron sentir bien, sobre todo en nuestra casa con los padres, la tristeza afecta el estado anímico y hasta cierto punto, es normal esa experiencia afectiva. Claro que se extiende en el tiempo, ya deja de serlo.
Buen punto de vista tu reflexión. Buena lectura.
Saludos
Manuel
Cuando añoramos los momentos que nos hicieron sentir bien, sobre todo en nuestra casa con los padres, la tristeza afecta el estado anímico y hasta cierto punto, es normal esa experiencia afectiva. Claro que se extiende en el tiempo, ya deja de serlo.
Buen punto de vista tu reflexión. Buena lectura.
Saludos
Manuel
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