
«¡Siete llaves al sepulcro del Cid!» J.C.
«El divino literato se ha retirado. Masscult y Midcult han invadido el planeta hasta tal punto que la esperanza de Whitman en una cultura democrática, plasmada por una clase sacerdotal, tan sublime como popular, nos parece ahora compactamente absurda» D. M.
Una época como una especie de bilioso moho del espíritu,
una negra larga vigilia. Alevosa me resulta esta estupidez:
groseros que ni hablan mi lengua, mentes que descorren
su forro de fácil buhonería. Patinan los errores, la corrupta -írrita-
democracia, y una enérgica carencia de gusto, intolerante y obtusa,
y la chispa de astros ocres y escuálidos. Multitudo non sequitur.
Pienso en las delicadas melodías y la seléucida luna,
en la madrugada ardiendo en el pecho, en el zaguán de
aquella mi casa de pueblo y mar; cenizas de mélancolie inevitable.
No soy uno de vosotros. No es mía vuestra danza de polvo
y moscas. Ah Babel de monotonía y ruido. Seguid con esos
garabatos repulsivos. Todo es noche. Caos se ha restaurado.
El meteoro se desploma y en su relámpago expira.
Reíd campechanos por Grub Street y que la pandereta que toca
el reguetón junto a sanglots longs des violins acompañen
a vuestras canciones roñosas; el público lo acepta todo.
Y huye pequeña, acolchada alma, al palazzo del gatopardo.
Corrige después este poema. Hazlo suave y sutil. Escamonda y pule.
En tu gabinete muy despacio medita el ritmo. Se debe escribir
poco a poco para que el escrito acaso perdure. Insiste en un efecto:
demuestra que nunca fuiste como ellos. Sobradamente
quede en él patente que un griego jamás honra a un bárbaro.