
Papá, defiendo el legado de la casa que me legaste,
aunque España sea una gris y sucia pelambre de rata,
aunque balbuceen con farfollantes
palabras llameantes los incapaces de conversar con el Cielo,
pese a que Cataluña sea una atolondrada
y palurda, aldeana y muy árida, tortura psíquica,
aunque Europa aburra y Occidente
sea un turbio harapo, una Babel Caótica de Ruidos,
yo defiendo la casa que me legaste.
En mi jardín hay luz de altas estrellas,
el judaísmo en el centro de mi corazón
y pistilos untados con cosméticos
y pulpa en dulces odres (tu voz era un rumor
de savia verde en los lagares)
Defiendo la casa, y cuido del jardín y de mamá,
no te preocupes por nosotros papá.
¡Cómo te extraño! Tanto hablamos sobre los burriartistas,
los políticos radiando basura, burrijóvenes, sobre execrables
lerdos que subían al escenario social
con sus maneras de patanes chuscos
y su sebo de rucio diarreico manchando las iglesias.
El calor radiactivo de la civilización
enloquece a hombres y bestias.
De las cosas sagradas solo queda Dios y mamá.
Rememoro el escalofrío de piel de tigre que nos poseía,
la calma y precisión con que derrumbábamos
a la pieza reina del oponente,
nuestro Deus sive Natura como un himno astral,
y si vieras ahora a demasiados que aman su esclavitud
como reos conducidos al palacio de Anás.
Ahora a los hombres les privan
de todo aquello que es venerable,
deliberan traicionándose a sí mismos,
sin ideas claras y determinadas
su instinto niega el conocimiento intuitivo.
Sin discernimiento ni meditación de alma,
no memorizan lo importante para que se ramifique
y enriquezca o distribuya en su interior
sino que el paisaje de sus almas es esta Odisea del Barullo.
Para hacer cualquier cosa terrible,
para sobresalir en la estupidez,
para ser el hazmerreír del planeta,
la oscuridad no parece en general necesaria;
vivimos una época nublada y obscura.
Pero yo, no sin maravilla, defiendo la casa.
Me legaste la gran Belleza y el fogoso amor a la Verdad.
Me legaste la lujuria atlética de la Inteligencia.
Defiendo la casa, papá.
Defiendo tu enorme, lujosa biblioteca,
que es la historia de la fuerza de la mente humana,
tus medallas y monedas,
que dan testimonio de leyes y costumbres,
las pinturas y estatuas,
para que la vida continúe más allá de la tumba,
colecciono tus recuerdos
embalsamados en el ámbar más querido y dulce.
Vendrán noches, vienen ya múltiples noches, habrán más noches,
pero yo armado y presto al combate defenderé la casa.
Prudente es conocer la fragilidad de los hombres
y honroso ser un caballero.
Todo se derrumba o desmorona.
Al consuelo en la muerte
y a instruirte en vida,
dedicaste los frutos de tu laboriosidad.
A la grandeza rendiste honores.
Tu vida fue un majestuoso solo de violín entre la turbamulta.
Se dispersó a los cuatro vientos del firmamento
tu mente. Yo defenderé tu casa. Tu legado.
La soledad cansa como una radio con interferencias.
La soledad cansa como una novela moderna.
Estoy solo y meditabundo papá,
palabras de invierno agrietan mis labios.
Pero tu Luna de gatopardo me cobija.
Defenderé la casa de música y burbujas historiadas.
Papá, te juro que con mi sangre
defenderé la casa que me legaste.