Diario de un esquizofrénico 1

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Cuando uno contempla la faz anaranjada de las estrellas, una nube tímida, golpea el tronco musgoso junto al camino, entra en senderos meditativos sobre la hez del mundo, o se topa por los caminos con un corzo, entra en una especie de tiempo hondo y advierte de modo concluyente la bobería de las redes sociales…o de cualquier diagnóstico psiquiátrico.

Fui un niño solitario. Un adolescente sin amigos. Un adulto terminantemente solo. La soledad ha permitido que maceraran o se incubaran o marinaran algunas tesis e inferencias, me dio la instrucción suficiente para ser creativo, favoreció la autocomprensión y el contacto con las profundidades del ser que escapan en el barullo cotidiano.

La Odisea del Estrépito, el Feudalismo Digital en que estamos inmersos no logran que acallemos la boca, la mente, la voluntad o el deseo. Si analizáramos las palabras que decimos a lo largo del día veríamos que estar inspiradas en la mala leche, el egotismo más cerril y en el farfullar una cháchara meramente imbécil. Y la mente traquetea al ritmo de esas palabras. Y no hay mansedumbre en el deseo colonizado por la publicidad.

La esquizofrenia me apartará definitivamente de mis semejantes. ¿Y qué? Detesto a mis semejantes. Si han leído la crónica deportiva del chusco Rajoy verán un discurso superficial, una expresión infantil e imprecisa, la falta de fluidez, la incapacidad de extenderse más allá de lo concreto, en fin, una alogia y pensamiento concretista propio del discurso vacío de contenido y la incapacidad para la abstracción del peor esquizofrénico residual. No sabe sintetizar ideas, nunca llega a buen puerto, su orden lógico, semántico y argumental es algo así como laxo. Seguro que en sus próximos artículos será disgregado e incoherente. Prefiero ser el que soy psicótico que ese ejemplar de burricie, vulgaridad, ese estúpido cenizoso cateto, esa mente medieval tenebrista y sombrío.

No me gusta la gente. Todo baja. Es ordinario y sandio. No hay individuación, todo anegado en la mente moral común. Solo se aprecian los pueriles encantos convencionales. Se gastan sus ahorros en cosméticos baratos y alcohol de garrafón. La vida interior desaparece con los libros baratos (cuando hay libros) El hombre democrático es una especie de simio. Enjambre de moscas venenosas. La educación gratuita y universal ha creado esa clase inmensa que no podemos menos que llamar El Nuevo Estúpido. Estirpes gangrenadas de mercachifles.

Prefiero estar loco antes que mezclarme con esta gentuza.

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