Lectura de Miguel Dalmau y Román Piña.

Esta mañana me leí La mala puta. Réquiem por la literatura española. La parte del león la escribe Dalmau; el mallorquín Piña pone unas deslavazadas acotaciones finales desordenadas. Mi recuerdo de Dalmau, al hilo de la lectura de sus biografías de los Goytisolo y Gil de Biedma, era de un gacetillero morboso, corto de entendederas, escabroso y ayuno de ideas. Leías su panfleto sobre Biedma y no inferías una sola idea de por qué es uno de los mayores poetas del siglo XX español, y en cambio te volvías un erudito en chismes de hostias con amantes, en sabores y consistencias de lefas. Al leer esta especie de ditirambo negativo contra autores, agentes, críticos, et caetera, se subraya la misma impresión; ayuno de pensamiento, de diagnosis, de esquema y plan razonado de ataque, de calidades en las certezas y dudas, y mucha presencia de rebuznos, coces y muestras de puertas gayola un si es no es vergonzosas. Lágrimas de cocodrilo de burricie desarticulada, y un irritante colegueo coloquial como de anciano rockero añejo y medio gagá. No puedes sostener la tesis que la literatura moderna española es una mierda -tesis que, por cierto, también creo- con argumentos de detritus y menciones ad hominem, con una crónica de baratura que demuestra precisamente esa bajura y falta de valor. Esto más que un ensayo es un exabrupto de magazine para verduleras. Made in Dalmau.

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