Confesiones de un poeta

photo of black ceramic male profile statue under grey sky during daytime

Señorías. Yo no trabajo, fui egresado del cenobio
y adscrito como enfant de choeur a la capillanía de la casa ducal.
Y de mis maestros invisibles aprendí lo sublime magnífico:
cuidar lo que no importa, no hacer nada, poner rojo a los senos, pues lo imposible necesario se ha vuelto inevitable:
cómo se regula el madrigal al viento, cómo una página al atardecer adquiere color de anémona, cómo el eros indecente es lo más similar a un ruiseñor, cómo la buena vida se acomoda al raso de tu bufanda.
Capellán que cuida lo que no importa, pero al igual que cualquier hombre destruido sé
los recelos que ofenden la respuesta de los dioses airados
que para mayor abundamiento del que lee
les explico que es un Corazón parpadeante como dos bolas de billar
cuyas carambolas son esta tristeza inmóvil, lejana y oscura
o cascabel de silencio que resuena en los cementerios de la noche,
en el capuchón de dromedario de un sueño huido del alma.

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