Diario de un esquizofrénico X

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En esa suculenta obra maestra del pensamiento de Werner Jaeger, “Paideia, Die Formung des Griechischen Menschen”, traducida por Xirau y Wenceslao Roces, escribe el erudito alemán:

El hombre solo puede propagar y conservar su forma de existencia social y espiritual mediante las fuerzas por las cuales la ha creado, es decir, mediante la voluntad consciente y la razón. Mediante ellas adquiere su desarrollo un determinado juego libre, del cual carecen el resto de los seres vivos […] Pero el espíritu humano lleva progresivamente al descubrimiento de sí mismo, crea mediante el conocimiento del mundo exterior e interior, formas mejores de la existencia humana. La naturaleza del hombre, en su doble dimensión corporal y espiritual, crea condiciones especiales para el mantenimiento y transmisión de su forma peculiar y exige organizaciones físicas y espirituales cuyo conjunto denominamos EDUCACIÓN. En la EDUCACIÓN, tal como la practica el hombre, actúa la misma fuerza vital, creadora y plástica, que impulsa espontáneamente a toda especie viva al mantenimiento y propagación de su tipo. Pero adquiere en ella el más alto grado de su intensidad, mediante el esfuerzo consciente del conocimiento y de la voluntad dirigida a la consecución de un fin

La educación participa de la vida y hace crecer a una sociedad. Una sociedad inculta es esencialmente inválida. Sin sólidos fundamentos educativos, como nos está pasando, la civilización se destruye y sufre una íntima decadencia y colapso.

Estudiantes alemanes, en los aciagos días de la revolución del 68, llegaron a afirmar la patochada de que escribir bien y hablar bien eran una forma de opresión burguesa.

Comportarse de una manera lógica y tener una mente lógica suelen ser cumplidos y se ven como cosas (naturalmente) buenas. Hemos llegado al contradiós de que algunas autoras feministas interpretan la lógica formal y las matemáticas (¿por qué no también la Física de fluidos, la Química orgánica o la Dialectología?) como un instrumento de opresión y dominación machista, y aducen que tienen un papel significativo en el mantenimiento de valores políticamente opresivos en las sociedades patriarcales. Según estas “pensadoras” la ciencia socava la racionalidad emocional de las mujeres.

Soy un escritor gregario, gris, muy enfermo, incoloro, mediocre, vulgar. Pedestre, sobado, gastado, plebeyo, chabacano, ramplón, común. Hay en mis escritos poca finezza y galanura, y sí mucha garrulería. Poco refinamiento y eminencia, y mucha molesta tosquedad. Mi Tesis o Poética (una tesis simplista y de alma vieja) es que vivimos en un mundo lerdo, abajado, obtuso, torpe, ganso y memo, y, no resulta de ser paradojal, que ésas propiedades que yo creo que definen nuestra Era de Piedra Tecnológica, se transfieren a mis escritos y a mi mente esquizoide. Pero intento no adornarlo todo con una simple nada prefabricada, no busco ni consumo una cultura fácil, intrascendente o de consumo rápido. No me rindo ante el fanático entretenimiento de la sociedad del espectáculo (Debord) En la esquizofrenia los síntomas se dividen en “positivos” y “negativos”. Los positivos se refieren a las manifestaciones más expansivas, floridas, de excesos (algo que está, pero no debería estar) y los negativos designan carencias, empobrecimiento, déficits (algo que no está, pero debería estar) Con los síntomas negativos te inunda la apatía, la abulia, la anhedonia, el desinterés, la indolencia. Careces de impulsos y casi de fuerza de voluntad. Te cansas, tiendes a quedarte dormido, permaneces todo el día en la cama. Los sentimientos disminuyen de intensidad, muy manifiestamente. Sin vigor, sin alegría, sin apetencia. La realidad adquiere la textura de una figura de cartón aplastada y húmeda. Muchos enfermos se quejan de que no pueden leer nada. No pueden concentrarse el tiempo suficiente y las palabras pierden su conexión y su sentido.

Por eso me irrita que gente “normal” pierda miserablemente el tiempo en chabacanerías o preste su atención a bodrios del espíritu. Se cumple a rajatabla la Ley de Brandolini: “La cantidad de energía necesaria para refutar las sandeces es de un orden de magnitud más grande que aquella que se necesita para producirlas

Y no paro de escuchar a parlamentarios, tertulianos, ejecutivos, ingenieros, funcionarios, oficinistas, comerciantes, camioneros, peluqueras y universitarios. Todos ignorando el ingenio más refinado, abundando en bromas infantiles o falacias triviales, todo bañado de un «sermo decinctus» como de medio hombres y medio mujeres rudas, así como de los análisis más groseros.

Y sueño con dedicar el tiempo hábil al estudio, a un saber en mitad de un «otium studiosum» o bien en pleno «otium cum dignitate» (el único ocio divino es estudiar de modo incesante) Eso sueño y deseo. Hubiera convenido a los jóvenes y a los españoles la definición del «sermo erudito» que leemos en Macrobio: «concentus in dissonis, in unum conspiratio«, y quitar de sus mientes palabras panaderas y burdas sentencias.

Creeré en España o en la Democracia cuando ir al bar en este decadente siglo XXI fuera lo mismo que acudir a un salón de Madame du Deffand o Madame de Sévigné en el siglo XVIII. Ay esta Edad de Piedra Electrónica, este Océano Gris de las Redes Sociales, Esta Era del Barullo Mental, estos Parlamentos y Universidades Congoleñas

***

Los asteriscos simulan ocultos párrafos de transición. Ya que la reflexión ha derivado sobre el paupérrimo estado cultural, sobre nuestra deplorable falta de primacía y nivel cultural, recordaré que para los atenienses la cultura era su único título de gloria. En palabras –y concluyo- nuevamente de Jaeger, glosando a Isócrates:

En aquellos años que siguieron al desastre de la segunda liga marítima ateniense, planteábase de cierto, por las razones que fuese, la necesidad de salir políticamente en defensa de la cultura. Los demagogos a quienes Isócrates y sus correligionarios hacían responsables de las desdichas de Atenas pasarían seguramente al contraataque. La tendencia más radical de la democracia fue adoptando una actitud cada vez más hostil ante la cultura a medida que se iba definiendo el entronque entre la cultura y la crítica política. Es un hecho que los representantes de la cultura, a pesar de las discrepancias de principio sobre la verdadera esencia de la paideia, se mantenían en su fuero interno alejados por igual del estado ateniense, tal como entonces existía. De este profundo antagonismo habían brotado las ideas de reforma mantenidas por Isócrates en el Areopagítico y en el Discurso sobre la paz. Ahora en su gran discurso de defensa abogaba abiertamente en pro de sus ideales educativos. Su defensa culminaba en la idea de que la verdadera educación era incompatible con una sociedad dominada por demagogos y sicofantes (a la masa le sublevaba la creación de una aristocracia espiritual en lugar de la antigua nobleza de nacimiento, que había perdido ya importancia) Pretende demostrar que ese tipo de educación no contradice el espíritu de Atenas. LOS ESTADISTAS QUE HICIERON GRANDE A ATENAS NO ERAN GENTES DE LA ACTUAL CALAÑA DE DEMAGOGOS Y AGITADORES. FUERON HOMBRES DE ELEVADA CULTURA Y ESPÍRITU SUPERIOR LOS QUE EXPULSARON A LOS TIRANOS E INSTAURARON LA DEMOCRACIA Y VENCIERON A LOS BÁRBAROS Y UNIFICARON A LOS GRIEGOS. NO ERAN HOMBRES EXACTAMENTE IGUALES QUE LOS DEMÁS, SINO HOMBRES QUE DESCOLLABAN POR SOBRE LOS DEMÁS. HONRAR, AMAR Y CULTIVAR ESAS PERSONALIDADES EXCEPCIONALES: TAL ES LA EXHORTACIÓN CON QUE TERMINA EL DISCURSO DE ISÓCRATES

El abismo entre el individuo (pocos) y la masa (casi todos), entre la cultura y la incultura, es ya insondable. El ideal de estado que expresa Isócrates, también lo expresó Polibio o Cicerón en De republica. Ríos contaminados de demagogos, analfabetos y sicofantes nos anegan. La mesocracia avanza, el tropel de la oclocracia avanza a golpes y devasta, definitiva e incontenible. Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate.

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