Diario de un esquizofrénico XI

Esa solemne frase: educar al pueblo.

Con Renan creo que el azar del nacimiento es menor que el azar del escrutinio. La sociedad, con el sufragio, se ha rebajado. La democracia ha ganado muerte. El pueblo y sus políticos son mucho más terribles ahora que en tiempos de Robespierre.

Educar al pueblo ¡Paparruchas! Así se explica esa alianza tan frecuente entre el magazine y la barbarie del gusto; entre la divulgación abajada o vulgar y el periodismo.

Se amplió y difundió lo más posible la cultura, convirtiendo la cultura en algo que no es ni será cultura, y por otro lado, se acentuó la tendencia a restringir y a debilitar a la verdadera cultura.

En un poema leí que a su autor no le importaba ni afectaba la hecatombe u horror cultural, sino que solo le incumbe que la cultura no muera en él. Sabia observación. Recomiendo asimismo la lectura minuciosa de otro poema suyo «¿Acaso no llevaba yo razón?». Poco más se puede decir más sagaz.

Paz a los hombres. La Estupidez reina en palacios y chozas.

***

La erosión de la Cultura es dramática. Yo, olvidado, y, yo, ninguneado. Y por ahí primando artistas de baja estofa.

En la portada de «Life» festejaron el ochenta cumpleaños de Bertrand Russell con una fotografía y el titular» Una gran mente continúa fastidiando y honrando a nuestra era», junto a otras fotografías de matronas discutiendo con un árbitro de beisbol, y de no sé qué actriz cuyo largo beso causaba sensación en las pantallas. Era una mezcla de lo alto con lo bajo, indistinta y abigarrada: Renoir junto a un caballo con patines, Kant al lado de una estrella de moda de la televisión.

Ahora ya del escenario público se volatilizaron las referencias altas. La cultura se convirtió en una papilla de hueso de pollo de granja cutre. Lo anega todo una incontenible marea de vulgarización. Fue magnífica la presciencia de Pope en «The Dunciad»:

«¡Helo aquí! Tu temido imperio, Caos, se ha restaurado;

La luz muere ante tu esterilizador verbo;

tu mano, gran Anarca, hace caer la tela

y la oscuridad universal todo lo envuelve»

***

¿Qué hacer entonces? ¿Cómo esquivar las torvas propiedades del mundo? Meditando quietamente, sin parloteo innecesario. Cultivando mis propias verduras, alimentándome de bayas y setas del bosque. Escribiendo en tablillas de cera esenciales palabras. Imitando el soberbio ejemplo de Maquiavelo:

“Llegada la noche, vuelvo a casa y entro en mi escritorio; en el umbral me despojo de la ropa cotidiana, llena de barro y mugre, y me visto con paños nobles y curiales; así, dignamente ataviado, entro en las viejas cortes de los hombres antiguos donde, acogido con gentileza, me sirvo de aquellos manjares que son solo míos y para los cuales he nacido. Estando allí, no me avergüenzo de hablar con tales hombres, interrogarles sobre las razones de sus hechos, y esos hombres por su humanidad me responden. Durante cuatro horas no siento fastidio alguno; me olvido de todos los contratiempos; no temo a la pobreza ni me asusta la muerte…”

O leyendo y releyendo a Montaigne:

“Creo ahora que el único propósito de la soledad es vivir cada uno a su gusto y a sus anchas”

“Por eso no basta con apartarse de la gente ni basta con cambiar de lugar. Es preciso sustraerse al hábito de la compañía humana que llevamos dentro; secuestrar nuestro yo y poseerlo nuevamente. Llevamos con nosotros nuestros grilletes; no somos del todo libres. Volvemos la mirada una y otra vez a las cosas que hemos dejado atrás; fantaseamos con ellas constantemente”

“La soledad que amo y defiendo consiste, en suma, en recuperar mis sentimientos y cavilaciones y apropiármelos de nuevo, en restringir y refrenar no mis pasos sino mis deseos y zozobras, negándome a preocuparme de cosas externas y huyendo como de la peste de la servidumbre y las obligaciones: en retirarme no tanto de la humanidad como de la muchedumbre de los quehaceres humanos”

«Un lector capaz descubre a menudo, en los demás, perfecciones diferentes de las que el autor ha visto y da sentidos y aspectos más ricos»

“Poco importa cuántas veces revise mis escritos; en lugar de complacerme, me decepcionan y me enojan. Tengo siempre en la mente una idea, una imagen difusa, de una expresión mucho más acertada que la que empleo, pero, como en un sueño, no logro asirla ni desarrollarla”

“Tengo una mente perezosa y roma: el simple jirón de una nube hace que me distraiga. Mi entendimiento es lento y confuso, pero, cuando aprehende algo, se agarra bien a ello y lo abraza por completo, con fuerza, profundamente”

“Me considero un hombre común y corriente, salvo porque me considero un hombre común y corriente”

“La incertidumbre de mi criterio está casi siempre tan equilibrada que de buena gana recurriría a lanzar los dados o a tirar una moneda al aire para decidir”

“La gente mira siempre lo que tiene delante; yo vuelvo mi mirada hacia dentro. La planto allí, allí la albergo. Todo el mundo mira adelante. Yo miro dentro. Solo trato conmigo mismo. Pienso en mí mismo incesantemente, me mido, me saboreo”

“Acaso por mi trato frecuente con el saber de los antiguos y por la huella que han dejado en mí las almas fastuosas del pasado, siento repugnancia hacia mí mismo y hacia los demás. En verdad, vivimos en una época que tan solo produce mediocridad”

“Tendríamos que reservar una trastienda para nuestro disfrute particular, un refugio en el que recogernos a solas y en el que asentar nuestra verdadera libertad. Y allí retomar nuestra conversación con nosotros mismos, en privado, sin contacto o comunicación alguna con el exterior, y conversar y reír con nosotros mismos como si no tuviéramos esposa, hijos, propiedades, sirvientes ni ayudas de cámara. De manera que, cuando llegue la hora de perder esas cosas, estemos habituados a pasar sin ellas”

«Yo festejo y acaricio la verdad en cualquier mano que la encuentro, y me rindo a ella alegremente, y le someto a ella mis armas vencidas en cuanto la veo acercarse»

***

Estoy como una cabra. Esquizofrenógeno y neurasténico. Pero me asombra la lucidez de este Diario.

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