Diario de un esquizofrénico XX

(On education)

En 2020, la ministra entonces de educación Sra. Celaá, pasmó a la comunidad educativa con este hilarante tuit, entre astrológico, vacuo, disgráfico y chiripitifláutico:


El impulso a la digitalización facilitará el cambio de paradigma educativo, con metodologías más activas y competenciales, y transformando los espacios en hiperaulas interactivas, abiertas y diáfanas

La celebración de la ignorancia y la irrealidad se ha establecido como una moda cultural y política. La inteligencia colapsó. “¿Éramos así de estúpidos antes de la televisión?”, se pregunta el personaje de una novela de DeLillo. Esta coplilla le vendría al pelo o bien abotonada a la exministra:

Soy inepta en el discurso,

inhábil ante audiencia docta,

incapaz delante de los sabios:

apta solo para el vulgo y destrozo.

Asusta la banalidad de la ignorancia, la aculturación de la élite y sus dirigentes. Vuelven inhóspitas las complejidades y soluciones de la realidad porque solo se conducen con estereotipos y metáforas de última moda, de esas que están “en el candelero”. Los políticos escuchan los rumores del día sacrificando la verdad. “Babaus” (palabra catalana) o “badocos” (palabra gallega), llama la atención su limitada conciencia reflexiva. Son del montón. De ellos afirmaríamos lo que Arendt del criminal Eichmann:

Solo me llamaba la atención algo negativo…no era estupidez, era falta de reflexión…fue esta ausencia de pensamiento que es tan común en nuestra vida cotidiana donde apenas tenemos tiempo y menos aún la propensión de detenernos a pensar lo que me llamó la atención…

Las cosas bellas son difíciles”, dijo Demóstenes (Contra Aristócrates, XXIII) La estupidez y la incultura son una (fácil) negligente ligereza. Al igual que fomentarla. A veces pienso que España se ha convertido en una enorme y engrasada fábrica de imbéciles.

***

En las aulas españolas se desea sustituir el derecho a aprender y al conocimiento por el masaje emocional, motivacional, el derecho a divertirse y el no meditado espectáculo tecnológico. Se prima (o desea primar) el forraje bilioso de la autoayuda por encima del estudio. Las aulas devienen en lugares recreativos o parques temáticos.

Los estudiantes (también universitarios), poco o nada saben académicamente, y, gravísimo, no saben escribir con elementales notas de propiedad y corrección, ni desmenuzar un argumento o las evidencias que sustentan ese argumento, ni construir oraciones coherentes. Muestran un empobrecimiento alarmante del idioma oral y escrito, con miríadas de faltas de ortografía, giros expresivos de mero cliché, frases deslavazadas, vocabulario paupérrimo. Y no logran adecuar lo que dicen a lo que quieren decir (dicen, lo que prueba una imposibilidad lógica, que su pensamiento es claro y preciso, pero en cambio la formulación lingüística de ese pensamiento –y no saben por qué- es oscura, vaga y ambigua) Casi ninguno logra idear ni ordenar ni redactar un texto a derechas regulado por un plan lógico. Alarmante.

Resulta un fracaso ser un estudiante incapaz e insipiente. Ser un estudiante incapaz de pensar. Si no sabes escribir no sabes pensar, se piensa con palabras. Vygotsky: “La relación entre pensamiento y palabra es un proceso viviente; el pensamiento nace a través de las palabras” Y utiliza después una metáfora tan hermosa como profunda: “Un pensamiento puede compararse a una nube que arroja una lluvia de palabras”. Pensamiento sin palabra es niebla, sombra. Palabra sin pensamiento, palabra ciega, sin luz. Si no lees no sabes escribir, si no sabes escribir, no sabes pensar. Destruir la capacidad de pensamiento de los estudiantes es poner la premisa para toda futura destrucción

***

RADULPHUS GLABER, HISTORIAE, IV, 9-10

¡Oh Universidad irreal! De pelagra y ascariasis.

De carroña se alimentan los alumnos, despedazados,

se cuecen al fuego, las bestias con ellos aplacan su hambre.

Un rocío de sangre arde en los claustros; musgo

en las paredes, hedionda inmundicia en los pasillos,

gramáticos que ignoran el latín y malhechores

por los caminos. Bajo la niebla parda de sus aulas

se yergue la Gran Mente Vacante, revoltijos de libros

usados como leña para calentar las habitaciones.

Una sabiduría de cabolo arriero únicamente alcanzan.

España se transformó en ancha avenida de quincallería.

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