Chambord

 

Construyó el castillo real de Chambord el rey Francisco I . Tan obsesionado estuvo con él que incluso quiso desviar el río Loira para que pasara a su vera. En 1725 Luis XV dio Chambord a su suegro, el padre de la reina María, Stanislas Leczinsky. Este residió en Chambord, a pesar de que allí solo se podía vivir en verano. La región era pantanosa y las fiebres diezmaban a la servidumbre. Leczinsky, que fue hombre de muy buen sentido, hizo una vida burguesa, nada conforme con la real residencia. Salió de allí para recuperar la corona polaca, que inmediatamente debía volver a perder. Años más tarde Luis XV concedió Chambord como regalo real a Mauricio de Sajonia, figura guerrera egregia y hombre entre quimérico y vanidoso.


Estimado Sr. Torra, estimado Sr. Sánchez, estimado Sr. Iglesias, ustedes ni merecen ni merecieron ningún Chambord. Cada uno debe ganarse su Chambord. Su cara difícil y su color pastoso y agrio, su habla tartaja y su cacareo cacaseno, el yermo erial de sus mentes no merecen ningún Chambord.

Luis XV tuvo sentido del deber hacia el reino. Luis XIV tenía un buen humor irónico y callado. Luis XVI, supremo miope, más preparado para el gobierno que sus dos antecesores, tuvo poco o ningún carácter. Sucumbió, Luis XVI, inmóvil, a penosas y adversas circunstancias. El duque de Richelieu, siempre resistió los más descomunales excesos sexuales y gastronómicos. Orgías y lúbricas acciones motejan y signan sus noventa y dos años de vida. Richelieu fue un polígamo perverso y exquisito. Dejó su rica herencia a sus catorce gatos. Y la marquesa de Pompadour dilapidando y embelleciéndose con la champaña.

Y ahora el timo existencial de Quim Torra, la musa para jubilados nonagenarios de la verdulera y bacaladera de Pilar Rahola, y Puigdemont que en lugar de tener sueños apacibles, relajados y suaves, es un irresponsable desarticulado, y Sánchez e Iglesias mostrando a su público sandio un cerebro incapaz de profanarse con una idea inteligente, culta o elegante.


Os dejo queridos, mi espíritu tolera la miseria hasta cierto grado.  Torra estudia, Colau estudia, Arrimadas estudia, Irene Montero sal ya de parvulitos y límpiate los mocos. Me voy con el mariscal de Luxemburgo a tomar una «fricasée» de pollo que quedó con la grasa cuajada, conocida también, a partir de este invento suyo, como chudfroid de volaille. ¿Cataluña o la política socialista española?, ¿la gestión de la pandemia?, hala, iros al Telepizza o al Telecubata, al vertedero cochambroso de la historia, caterva de memos mediocres, los peores entre lo peor.

Poseo imágenes oníricas amables, editio princeps de Chateaubriand, cultivo con esmero camelias,  he visto mundos surgir sobre la delicada nieve, bautizado princesas dentro de una concha, he orbitado cielos voluptuosos a lomos de un halcón, intimado mi cerebro con los punzantes ojos del leopardo ¿Cómo no despreciar vuestro incesante borbotear o mascullar estiércol? La Naturaleza administró y midió mis movimientos; me juzgarán los mejores y no malgasté mi destino. Mi alma puede brillar como un diamante, la vuestra, políticos del montón, cucañistas plebeyos, es mera piedra común sin luz ni lustre. El valor de la literatura sobrevive, como dijera Auden respecto a la poesía: «En el valle de sus dichos, donde los ejecutivos / Jamás querrían entrar». Ni los políticos, claro…

Que desfile por el mundo esta opereta bufa. Que los noticiarios muestren vuestra embarazosa e incorregible idiotez. Chambord (símbolo del lujo de la mente) solo puede ser lugar de poetas, eremitas y conventuales solitarios. Adieu...

Photo by Jou00e3o Gustavo Rezende on Pexels.com

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