Del problema catalán como problema bibliotecario

arches architecture art baroque

Ante ciertos Cristos sufrientes de la tradición pictórica es inapropiado comentar «qué bonito», tal categoría estética chirría, e indica el analfabetismo del espectador o contemplador. De pintura, como de todo, hay que saber, desde sus rudimentos y técnicas, hasta la historia de sus estilos, hasta sus alusiones mitológicas, históricas, filosóficas, poéticas, biográficas, y un largo etcétera Ello no obsta para ser un incapaz respecto a la experiencia estética, pero nunca resta para la misma. La finura estética requiere, entre otros ingredientes, conocimiento y un trasfondo de aborde directo. Ese trasfondo que, si se aleja de nuestras coordenadas culturales, debe suplirlo la sapiencia. La ética, el modelo humano de la Ilíada, muy poco se parece al modelo o tipo humano de un habitante occidental del siglo XXI. Conocer Homero, además de muchísimas más cosas, precisa saber de unos valores muy disímiles de los contemporáneos. La bondad y maldad cambia en la historia, como cambia la utilidad y la inutilidad, como cambia la verdad y la falsedad, como cambian en definitiva nuestras mentes tamizadas al contacto del tiempo, esa mezcla de tradición y novedad. Tengo la sensación que muchos van al Prado o al Louvre como yo asisto al teatro japonés tradicional: para quedarse in albis. Las colas y grandes números ante las exposiciones indican interés (acaso de fuentes turbias y espúreas) pero no miden la calidad de ese interés, lo cualitativo frente a lo cuantitativo. Obsérvese que un capitán alemán capturado por un comando inglés en la primera guerra mundial podía comunicarse en latín con el capitán inglés. La koiné era más que una lengua, era un mundo referencial común de citas y textos de la historia cultural sagrada y profana, que incluía elementos siempre comunes y presentes literarios, filosóficos, artísticos, teológicos, científicos. Ese medium común no era un maremágnum ni un pandemónium como se presenta ahora mismo nuestro instante, sino todo lo contrario. Un mare nostrum que les permitía navegar con el mismo viento. Virgilio y Montaigne y Cicerón y Watteau y Rembrandt y la Biblia y toda una serie de pares y satélites y comentadores de esos pares, aunque las trincheras los alejaban, eran el salvoconducto o vial que los mantenía unidos, ganara quien ganara la guerra. Disputaban sus vidas, pero en un mismo mundo. Pese a la muerte, seguían una conversación común y de larguísima historia Y a ese mundo pertenecía una conveniencia jurídica, una reciedumbre, y una determinada calidad de personajes. Ahí un payaso como Puigdemont -la Veneno del independentismo- hubiera sido automáticamente expulsado del club. Pero Thomas Mann murió en 1955 y por esas fechas se empezó a consolidar la TV, después y ahora los mass media e Internet. Y ahí los payasos son el rey. No hay conocimiento (creo que sabiduría ya ni se asomará nunca más al planeta) sino pildoritas de información, caramelitos y souvenirs pero no conocimiento, chuches y gadgets pero no conocimiento. El mundo ya no lo crean los libros sino los tweets y la CNN, la MTV en lugar de la British Library. El mundo ya no lo crea una biblioteca o una pinacoteca seria, sino avispados y listillos y payasos. En la Era del Espectáculo el Payaso es el Rey. Pero no payaso en sentido noble de bufón de corte. Payaso en el sentido de insustancial y descoyuntado, como este Papa Luna o Papa de Palmar de Troya del ridículo Puigdemont, ese inefable Leandro de Borbón de Tele 5 o La Sexta o la BBC. Los sabios no salen en televisión y, si salen, como el medio es el mensaje, en exagerado epigrama pero básicamente correcto de McLuhan, si salen resultan ininteligibles por necesidad Los perros babean carne, pero la carne no es la mente, porque la Mente está en la Era Libresca, una episódica serie de cinco siglos en la historia de la humanidad, una anécdota de la historia. Sí, la mente tipográfica es una excepción en la historia de la mente humana. Ahora la mente es audiovisual e internaútica. El lugar de Puigdemont: la bestia triunfante o símbolo del mundo aniquilado que hermanaba al capitán inglés y alemán, o que, ante el Cristo de Velázquez o Bruchenwald no prorrumpe a reír y carcajearse como una histérica de frenopático. Adiós al mente. Hola Puigdemont.

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