Lo desaprovechaste. Itaca te pudo
proveer de Amor (¿y qué hay mayor que Eros?)
Itaca puso en tu camino
el entusiasmante mar de su cuerpo
suave como un crepúsculo en Finisterre,
suave como rastros de hierba en el cuello.
Si no pudo ser,
no culpes a Itaca,
Itaca no merece tal desdoro,
si fuiste cobarde, vagabundo o hastiado.
No seguiste las huellas en la nieve,
no bebiste el néctar
de rocío sobre las hojas.
No bebiste el carpe diem
de sus piernas florales
ni el carpe noctem
del sol frutal.
Que te arrastre el Leteo
y que no te broncee
el fausto veneno de la luna.
Si planeaste patéticos suicidios
con más rigor y osadía
que ideado hermosos planes de Amor,
no culpes a Itaca.
Si no acariciaste el flequillo de las ninfas,
Itaca te dio tal oportunidad.
No te quejes si ahora Itaca
es una jauría de perros
marcando con su orín
el ácido lugar de la muerte.