Cuando todo baja, es difícil no bajar también
De «El falso aristócrata»
Para mí el alto delfinario dorado,
las decoraciones murales de Pompeya,
la haraganería de un monje ocioso,
los jinetes de la noche con música de laúd,
las nubes en el corazón de una pechina,
para mí la soledad de los puertos,
la amistad con las tardes de invierno,
el sepulcro de Crécope y el olivo sagrado,
aunque todo baje,
aunque todo baje.
Aunque todo sea spam, caos económico,
pantallas, anuncios publicitarios, ocaso
de la literatura clásica y las humanidades,
degradación de la reflexión, ideas vulgares,
pastiches impensables: todo cual
un pabellón de esquizofrénicos.
Es difícil no bajar si todo baja,
si las ideas del alma que perfeccionó el hombre
burgués se diluyen en prêt-à-porter
y no hay gloria, ni honor, ni distinción ni laurel.
Todo se ha ido y solo queda regresar
al orden episcopal de las misteriosas palabras.
Solo deseo huir. Sentir los pasos del aire junto al mar,
el virgiliano brote de luz en los astros.
Entro en el bosque.
Evito la inspiración turbada, violenta, impotente,
la poesía malsana con exceso de sentimientos
extraños propios de una edad sin monjes ni caballeros.
No existe el valor, el heroísmo moral,
el tigre blanco de la decencia.
La comunicación incluye el ruido y la acción,
despreciando la lentitud y el silencio,
el saber se sustituye por creaciones del entertainment,
cada día es un domingo de la vida
para banal y meramente pasar el rato,
y se suma a la detestable calidad de la comida
la ignorante democracia, las mentiras políticas,
la escombrera deificada del consumo.
No. No a todo. Huyo al bosque.
Ya no vivo en las cosas. Me asquean.
El mundo duerme en su hoy confuso.
Entro en el bosque. Camino sosegado.
¿Me he adormecido al fin?