De la necesidad de la razón

De la necesidad de la razón
De «El falso aristócrata»
Solo, melancólico, secluso y sin amigos medito:
el mundo era ya muy bizarro, estaba ya muy torcido y deshecho,
y ahora esa porquería se adensará todavía más.
Gobernará la existencia una acusada falta de piedad
y una llamativa barbarie será el entresijo de la cultura.
Los agravios a la razón son también siempre agravios al corazón.
Dudo mucho sea distinta la civilización a una papilla grumosa
y confusa sin sintaxis ni lógica, sin libertad ni capacidad de juicio.
Ruego a los dioses me provean de fortaleza y soledad
así como riqueza en la percepción de los tonos complejos,
en la distinción patricia del matiz y la luz,
y que mi gusto fecunde armonías pentecostales,
o una altura aristocrática no limite mi espíritu a la vida actual.
Ruego la alegría riente plena del día,
el espejo de coherente verdad de la nieve,
y espectros bordeando la gracia de tus cabellos,
o el nombre de tus labios encima del aire lila,
o acariciar tus pechos como la lluvia rasgando un lienzo.
Aunque sepa la vanidad de cualquier raciocinio y de la sensibilidad
debo perseverar con tenacidad en la razón y entre tus muslos.
Una papilla viscosa de brutal ignorancia sin sintaxis ni lógica,
como si Cristo (padre del logos) transportado por Satanás
a la cumbre de la montaña pereciera de inanición allí.

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