United

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El cencerreo y el derrape de los carritos en el súper, la sintonía de «Sálvame» y la música de ascensor, las lucecitas de escopeta de feria de los chiflados de la Era de Acuario, el soniquete de las notificaciones, la estulticia -o estorcolero- bárbara tuitera dentro de nosotros, los selfies y fotos ametrallantes sustituyendo a la memoria y el comedimiento, el «fast thinker» tertuliano como modelo de saber, el barullo de pitonisos de madrugada en el televisor, el ruido, el ruido, el ruido que nos invade y posee como una segunda piel, ese latido (a)rítmico patético (añádanse muchos más ejemplos al caso), hormiguea en nuestras existencias y percepción con brutal fuerza gravitatoria.

Cito a Postman: «Cuando una población se distrae con lo trivial, cuando la vida cultural se redefine como una perpetua rueda de entretenimientos, cuando el discurso público serio se vuelve una especie de balbuceo, cuando, en breve, la gente se convierta en una audiencia y su participación en los asuntos públicos en un acto teatral, entonces una nación se halla en peligro; la muerte cultural es una clara posibilidad»

Zombis del mundo, mis hermosos hermanos, «Unámonos».

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