
La idea se convirtió en mito, y las ocuras bodegas
tecnológicas ocuparon los limpios lagares. Del olor de la uva
seguían ordinarias luces de fluorescentes.»Esto es el futuro»,
me dijo hace treinta años un profesor de literatura, y descorrió una raída manta
que cubría un IBM. Al mito y a la idea le salieron dientes,
y se cariaron los dientes, y labios -con pupas de infección-, y piernas y brazos y
cabezas, todas y cada una tumoradas. Los buenos cerebros
decíamos «No», insistíamos con el «No», pero nuestra voz era
un escombro en los titilantes chirridos del planeta. Grandes
corazones se volvían negros, pudriéndose. La clase media
era como una irritación airada. Protesté y me aislé: qué hermoso era
escabullirse por las calles y gustar el ligero aroma acre que llega
de las aceras que se sacuden del maloliente rumor de los pasos humanos.
El ideal suburbano era la democracia para lo peor. Decidí huir a feudal
aldea gallega. El campesino sano, tosco, astuto, tozudo, valeroso y resistente
era el tipo humano más noble. Los mares repletos de caballas y las nubes
llenas de agua, monumentos al intelecto intemporal. Cruje y gime
la eterna lluvia. Nada quiero de granujas y forunculosos de Ciudad
y Computador. Un pequeño huerto con mi parcela de hierba.
Un pájaro al alba. No vean mis ojos esos ojos convencidos de pequeñas
y risibles certidumbres. No a esas mentes reducidas y estrechas.
Soy El Gran Loco Misántropo. No a las mollejas de vuestro cerebro.
Un gran Centro Comercial arroja sus destellos infectos
donde se alzaba una antigua villa romana. Mi letanía de reproches
no puede corromper el Orden. Me pongo mi cuco (y caro) foulard amarillo.
Tomo mi daiquiri. Acaricio con el pie a la gata. Solitario en mi dacha.
Adieu, rebaño y chusma digital…