Diario

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(i) EL POETA LO PETA

Esta chorrada que lees en mi muro

que ni se atreve a censurar Maduro

tiene cien mil me gustades

de Aquisgrán hasta Calcuta

A mi infausta fama de lampista

-no hay peor papa que el papista-

le sucederá la gloria de mis cuartetas.

¡Me sale la churra por la bragueta!

¿Yola Berrocal está contenta?

¿con mis poesías? ¿me quiere? ¿con sus tetas?

Besitos a Ilenia y Víctor Sandoval

faros de la rima audiovisual.

De estrambote consignar lo fatal del personal.

(ii) (*) Compárese el epistolario del siglo XVIII o XIX con cualquier mail actual; nuestra autoindulgencia por los desdichados placeres de la informalidad y la inmediatez han conducido a muy graves mermas de expresividad, flexibilidad verbal y elocuencia.

(**) En el siglo XVIII una carta entre España e Inglaterra podría tardar varios meses en llegar, como casi un año tardaba una carta en el siglo XIX entre Estados Unidos y Europa, o entre la India y Europa. Recibirla implicaba un acceso callado pero eufórico de emoción, y al responderla uno se demoraba sabiendo que estaba ante un bien preciado, donde el peso de las palabras, los párrafos, la sintaxis en suma, donde su peso, decía, se calibraba y evaluaba casi casi como una obra de arte. Se medían efectos y se sopesaban intenciones, se ponderaba y se precisaban argumentos e ideas. Esas cartas eran un acto estético y cognitivo a la vez. Un sustituto cordial de la emoción estilizada. Un intercambio de razones y motivos que importaban. Esas cartas se escribían y reescribían con esmero, con pulcritud, con vigilante diligencia.

En el siglo XXI ocurre lo opuesto. Escribimos mails corporativos u oficinescos con premura y dejadez. Nuestros estándares de corrección y eficiencia se tasan muy por debajo que en épocas anteriores. La velocidad patológica del siglo provoca que se desatiendan como un objeto que requiere un proceso de elaboración lento. Su universalidad y accesibilidad, su facilidad e hipertrofia, les ha sustraído o quitado su aura de magia interpersonal. Redactamos los correos electrónicos como un simio ante un computador, sin alma ni gracia, sin fe ni designio. Al brutalizar nuestras comunicaciones animalizamos nuestros corazones. Espero que ahora los enamorados escriban muchos borradores de cartas de amor. Y que no sea un bot.

(iii)

(*)¿QUÉ ES LO QUE HACE QUE LOS HOGARES DE HOY SEAN TAN ATRACTIVOS, TAN DIFERENTES?

Porque los contemplan un mar sordomudo y algas radiactivas. El arte de la decoración no es propiamente un recreo, no puede ser aprendido en ratos libres, ni emprendido cuando no hay nada mejor que hacer. Debe ser comprendido y entendido con toda seriedad, y los hombres deben dar su vida para impulsarlo y sus corazones para recibirlo.

Así que vosotros, grafólogos, quiromantes, practicantes del Reiki, chiflados de la Era de Acuario, creyentes en las imbecilidades de los ovnis y otras embajadas galácticas, echadores del Tarot, médiums risibles, clarividentes de las hojas del té, astrólogos bujarrones, lectores de infames horóscopos, y otras absurdas histerias astrales, y otras morrallas de exorcismos posmodernos. Vosotros con la cabeza como un engrudo pastoso de mantequilla adolescente, ¿creéis que vuestros hogares son hoy tan diferentes, tan atractivos?

(**) CONSTANTINO

Los tiburones en formol no atemperan las sensibilidades, ni la idea del rudo filósofo o el marchand. El arte nos pone ante un espejo y clama: ¡sois basura! ¡maniquíes semejantes y ridículos! ¡bostas! El Arte se volvió igual a la vida: efímero, descoyuntado, febril,popular, prescindible, olvidable, como chupar un chupa-chups.Todo artesano es paria. Toda intuición no mercantil, sediciosa.El forjador de palabras mordisquea -masticamos- buidos mitos.La empresa la crea el cucañista, no el lento anhelante de belleza.La música ya no tranquiliza: enloquece.No se pinta el ser, se pinta el paso.Así que refúgiate en la aldea con tus oraciones pontificales,alaba y honra los corzos y las albas, las lunas y los cuerpos, piensa en las dos islas de su pecho, y reza, reza al Altísimo por otra especie de renacimiento Carolingio, por otro Papado, otras convenciones, y la suntuosidad en los eólicos labios de Constantino.

(iv)

LA CARDENAL

Afirma Tertuliano en «De Testimonio animae» que sentir placer es pensar en cosas que amamos ayunas de la invirtuosa lujuria ya que ésta llena de pasmo, de hiel melancólica, de una concupiscencia no benevolente. Sin embargo, esa cardenal con que soñé la otra noche me decía que para mayor precisión en la confesión debíamos ambos desprendernos del albornoz. Después se agachó y empezó a chuparretear mi sombrerete de champiñón rojo, reposando vibrátil su lengua en mi delirio. Se avivaban nuestros sentidos como olas de un mar bravo golpeando los cascotes de la nave. Sus nalgas y tobillos eran una ciencia que no hallé en mi biblioteca. Sus tetillas blancas una mandarina que pringa. Parecía todo un río de sangre que también empapara al coño del Espíritu Santo. La cardenal, al contrario de Tertuliano, contradeclaraba que el placer y la lujuria son de Dios muy queribles, contradeclaraba empíricamente al divagar sus labios sin brida sobre mí, mecidos en salvaje claridad divina, y reía, reía…

La cardenal era rubia -de rubio trigo en sazón-, suntuosa, de ilimitada hermosura, angelical, con una profundidad rosácea de mar sin cercado, como una estrella que gira alrededor del eje del ojo de un ciervo. En estas horas sombrías viene a mi mente la imagen de la cardenal, belleza viva y encrespada en la memoria. Esa imagen contagia, calienta mi corazón. Que siempre en mí viva. Que cunda su Deseo.

(v)

«El mundo no teme a las ideas nuevas. El mundo puede clasificar cualquier idea. Pero no puede clasificar las experiencias nuevas» D.H.Lawrence

Papudo y gelatinoso dinero;

solo gracias a las artes

-consequor ex illis casus oblivia nostri-

se remeda mi exilio,

se olvida mi desgracia.

(vi)

«La opinión pública es la peor de las opiniones» Chamfort.

«Se puede estar seguro de que cualquier idea aceptada, cualquier noción recibida, será una idiotez, puesto que ha sido capaz de atraer a la mayoría» Chamfort.

«Poco a poco nos iremos haciendo indiferentes a lo que ocurre en la cabeza de otras personas, al adquirir un conocimiento adecuado del carácter superficial y fútil de sus pensamientos, su estrechez de miras, la mezquindad de sus sentimientos, la perversidad de sus opiniones y la cantidad de sus errores. Entonces comprobaremos que quien atribuye mucho valor a la opinión de los demás les honra en demasía» Shopenhauer

En el mundo hay que elegir entre la soledad y la vulgaridad. No es elitismo, sino craso empirismo el apotegma de Voltaire «La terre est couverte de gens qui ne méritent pas qu´on leur parle [la tierra está llena gente a quien no merece la pena dirigirle la palabra]» Cantad y danzad, misántropos del planeta, soñad conmigo…

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