
La cultura, como valor espiritual, está en vías de extinción, sustituida por la cultura mediática.
El Profesor Lamas, que alaba virtudes grandes y cultiva modestas y civilizadas virtudes menudas (pero esenciales), pone con este extraordinario libro un granito de arena para que nos anestesiemos contra los ilotas de la palabra.
Escrito con un estilo aparentemente periodístico, pero elegante, profundo y compacto, sus ideas modifican y enriquecen nuestro pasaje interior, y pueden a su vez ser ligera o sutilmente modificadas con posteriores reflexiones y observaciones, en definitiva, aprovechando la lucidez de nuestro periplo vital.
El Profesor Lamas es un moralista escéptico, que sigue (o ejemplifica) la máxima de Schlegel sobre que el bien más elevado y útil verdaderamente es la cultura.
Lean este arquetipo de biblioteca Laurenziana.
No pocas carencias y pérdidas lamentables padece el alma. Él alivia y consuela la inteligencia, con ritmo sagaz y no barroco (ergo, no vanidoso)
La experiencia de la soledad lectora es como ensimismarse posando la mirada sobre los tejados.
Si Camba propuso una industria que vendiera y embotellara el silencio, embotellemos y leamos al sabio Lamas, enorgullecidos de haberlo leído.
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El Profesor Lamas, con prosa aparentemente periodística pero que excita como un dístico o una sombra de Biblioteca Laurenziana, es un moralista escéptco, que predica contra tanto ilota de la palabra, y cuyo libro debiéramos embotellar y leer como propuso o sugirió Camba que deberíamos crear una industria que embotellara y vendiera el silencio.
Lo más pertinente o relevante es la vida, pero los libros sirven para aliviarla y dilucidarla. El doctor Lamas lo logra de modo feliz.
Vivimos sobrecargados de innumerables aplicaciones, todas ellas la mar de entretenidas, pero evitamos ramificar y expandir nuestro pasaje interior con buenos libros al hilo de nuestra viaje por la vida.
Preferimos la dispositio e inventio chusca de políticos tuiteros, y ahondar en un Estilo Informal (marca de la época) que revela falta de sensibilidad (o gusto estético) por los terceros.
La personalidad no es algo que se encuentra -como declara la psicocháchara y Marie Claire-, sino algo que se elabora.
El futuro del conocimiento y la cultura ya no está en los libros sino almacenado en archivos digitales. Uno posa silencioso y monástico la mirada sobre el tejado como pasa las páginas de este libro.
Frente a tanta descalabradura, frente al parloteo y el vapuleo, frente a la España tatuada, frente al apiñamiento de convicciones chuscas, el valor universal de la minoría.
Resistimos.