
El benemérito Ramón y Cajal escribió un tomito delicioso, “Charlas de café”, donde explica la anécdota de un tertuliano que, requerido sobre la calidad de una conferencia que acababa de escuchar, dijo “El conferenciante no sabía tanto para que pudiera aprender, ni tan poco como para poder reírme de él”.
Aunque esto es una charla informal y no una conferencia, Echenique y yo tomamos nota.
Así mismo cuenta Carnap cómo un día el monumental matemático y filósofo Gottlob Frege (en su época un oscuro profesor sin éxito en una provinciana universidad alemana) se sorprendió de que lo alabaran porque solo hablaba de los temas que conocía bien y solamente usaba aquellas palabras cuyo significado conocía exactamente.
Adriana Lastra y yo también tomamos nota.
Hablar en público de un poeta mundialmente importante y famoso, aunque sea entre la benevolencia de amigos [los amigos sois “protectio fortis” contra mi indigencia y limitaciones], pide un mínimo de rigor. Eliot declaró que ante Chopin sentía su alma muy empequeñecida. Proferir yo algo sagaz sobre Wordsworth, of course, cuando la bibliografía sobre él es abrumadoramente casi infinita, y no poca casi tan eminente como el poeta (Coleridge, Hazlitt, Arnold, Bloom, etcétera) es como pretender contar en un segundo los granos del desierto de Gobi.
Usaré una estrategia en esta charla amical; en lugar de la lectura minuciosa de un poema (estrategia intensiva), disertaré con temeridad inconsciente con lo más fácil: las ideas generales. Mala estrategia, sin duda, pero es la que mejor se amolda para, a la par que disimulo mi ignorancia, que no disminuya mi talante haragán y diletante, mi débil voluntad abúlica e indolente, mi alma de sosias de Coleridge puesto de opio hasta las cejas (en mi caso, Ducados y Yola Berrocal)
Así que, dejando el preámbulo arrugado en la papelera, me dispongo a delirar con valentía sometiéndome a la égida de las lumínicas bujías mentales, clarividentes y paranormales, de Kim Jong-un y don Pablo Iglesias Turrión.
VIDA
Wordsworth no fue ciertamente un Ibn Battuta ni un Marco Polo. Aunque no hay registros de que en París o Francia hiciera fotos con un palo selfie, sí los hay de que dejó embarazada a una mujer, Annette Vallon, y que tuvo un hijo con ella (queridos, la antibaby y el método ojino del opus vinieron algo después)
En la Francia convulsa y revolucionaria, algo así como una algarada “mu” bestia, se le nublaron las mientes y tuvo algo parecido a unas fiebres jacobino-moscovitas. Después, la naturaleza es sabia -nunca mejor dicho-, se le templaron anima y animus, ya que al no ser precisamente un tonto redondo, supo cambiar de opinión al hilo de las ignominias de la guillotina y de la guerra que declaró Francia a Inglaterra. Si Cohn-Bendit creó frondosa barriga y martilleó tópicos en entrevistas periódicas en EPS y se afilió a los verdes, nuestro poeta fue el mayor tramo de su vida un conservador de libro, un tranquilo hombre de orden sin febrículas -o fístulas- revolucionarias.
Nació -orden, orden, oigo decir al impaciente oyente- en el año de gracia de 1870, en el distrito de los lagos, al noroeste de Inglaterra, un lugar que se encuentra en Cumberland, Westmorland, y que abarca también una pequeña parte de Lancashire. Aunque estos nombres serán tan remotos para un estudiante de nuestra patria como Goethe, Vermeer, Gauss o Franco (no, no vivió este último -les informo ladis y yentelman tiktokeros– en el siglo XIX junto a Judas Iscariote y a Buda, ni era, claro, tampoco el suegro antipático de Irene Montero), les hago saber, por si graban la charla y la cuelgan en Youtube, que el distrito de los lagos es un rinconcito del mundo -o era, antes de la plaga del turismo de masas- agradabilísimo y encantador, de paisajes ondulantes, pueblecitos, montañas y lagos, donde en ese “locus amoenus” uno podía vivir una vida sencilla sintiendo la placidez intemporal de la existencia, y una profundidad del instante inconcebible en esta Era Bulliciosa de la Televisión e Internet, alérgica al silencio, estruendosa y chirriante, donde jamás se acalla la mente, la boca ni el corazón.
Nació Mr. Wordsworth en Cockermouth, más o menos como Mondoñedo en el siglo XIX. Estudió primaria y secundaria cerca de allí, y fue a la Universidad de Cambridge donde de veras algo entonces se aprendía -no fue el primero ni tampoco el octavo de su promoción- y, succès d´estime, conoció allí a Coleridge, un amigo perenne -con las turbulencias, dimes y diretes de la verdadera amistad-, otro poeta genial, pero con nulo “sentidiño”. Una amistad famosa en la historia de la cultura, como la de Platón y Aristóteles, la de Hegel y Hölderlin, la de Gödel y Einstein, o la de Tintín y Milú. En 1803 se casó con una amiga que lo era desde su infancia.
Aunque su vida fue serena y uno tiende a creer que tirando a pelín aburrida (aunque la creación nunca lo es y él escribió miles de páginas), no descartamos la hipótesis de que se le escapara la mano o bien el cuerpo entero con alguna joven doméstica, con alguna bella rendida admiradora al ser ya (o mucho antes) poeta laureado, o que sintiera ese ligero y amargo sabor “blue” que a todos nos ocurre a las cinco de la mañana si estamos insomnes. No es hipótesis sino tesis que a veces recibió la burla acerba de los poetas quince o veinte años posteriores (la segunda ola de románticos ingleses) debido a efusiones voxtrióticas, es decir, de un patriotismo algo exaltado y gagá.
A partir de 1799 se estableció en Grasmere con su hermana Dorothy, alguien quien significó mucho para él (Inciso. Esto me recuerda al solterón escritor Cansinos-Assens, escritor judeoespañol que vivió toda su vida en un piso del viejo Madrid con una hermana que lo adoraba, un viejo piso con olor a pelusa de gatos y humores de encuadernaciones en piel fosca exhalada de miles y miles de libros de su fastuosa -sabia, heterodoxa- biblioteca. Al morir su hermana Cansinos casóse con la criada, ya muy viejo y totalmente olvidado desde hacía décadas por el panorama literario hispano)
Grasmere, en el distrito de los lagos insisto, es el lugar ideal para que un caballero inglés cuide su hacienda rural mientras escribe algún poema en el atardecer vespertino. Su equivalente francés se dedicaría a “faire le corte”; el español o italiano a la “passeggiata” por la calle mayor para cerrar bocas o murmullos maledicentes de calzonazos o bien pasmado cornudo.
Así como Byron, Shelley y Keats, los que tomaron el testigo de la generación poética romántica inglesa, murieron jóvenes como buenos rockeros, Wordsworth llegó a la venerable edad de 80 años, igual que los Rolling Stones, pero sin necesidad de cantar “Sympathy for the devil” (su simpatía se inclinaba, sensu contrario, por los mirlos, cucos, ruiseñores, abadías y otras lindas ternezas y suavidades)
OBRA
- Tres ediciones de “Lyrical Ballads”. [A.1].1798, publicada anónimamente, escrita en colaboración con Coleridge, con un total de 23 poemas, 5 de C y 18 de W. [A.2]. 1800-1802, con un total de 65 poemas, 5 de C y 19 (Vol.1) + 41 (Vol.2) de W. [A3]. 1805, con un total de 63 poemas, 3 de C y 17 (Vol. 1) + 43 (Vol.2) de W.
- “Poems”, de 1807
- “The Prelude”, escrito entre 1799-1803, pero publicado póstumamente con muchas correcciones en 1850 con el título de “The Prelude, or the Growth of a Poet´s Mind”
- “The Excursion”, 1814
- “Peter Bell” y “The Waggoner”, 1819
- “Sonnets on the River Duddon”, 1820
- “Ecclesiastical Sonnets”, 1822
MODESTA Y BREVE GLOSA O INTERPRETACIÓN DE LA OBRA
W fue uno de los padres fundadores del movimiento romántico, época tan importante como otras etapas estéticas y filosóficas anteriores y posteriores; así el Renacimiento, Clasicismo, Ilustración, Modernismo o Vanguardias.
Aunque no se opuso de facto a las formas clásicas ilustradas, sí logró cambios revolucionarios en ellas a base de corregir y modificar sus defectos, excesos o limitaciones. Sintetizando un tema que ha dado para miles de monografías, diría que el Romanticismo sustituye el orden por la imaginación, la razón por la libertad, el amor a las vaguedades por la precisión preceptiva, el subjetivismo psicológico por la pasión clasificatoria disecadora científica, el sentimiento ensoñado nocturno por la reglamentación diurna, el vigor admirativo sobre el rígido esquema.
El Romanticismo fue un movimiento internacional, con ramificaciones y saltos recíprocos a Francia, Alemania, Italia, Rusia, España, o Hispanoamérica. Es uno de los periodos de más universalidad de la historia de la literatura.
W siempre vivió en el distrito de los lagos dedicado por completo a la poesía. Tuve década y media, acaso algo menos, de esplendor majestuoso, y una larga decadencia y agonías poéticas. Hoy nos es asequible, no por su Opera Omnia, sino por una selección de esta, de algunos poemas más o menos largos, y más o menos publicados en el arco comprendido entre 1798 y 1807, año más, año menos.
En sus mejores momentos su poesía transmite una íntima calidez que excita el sistema simpático y parasimpático, a la par que dilucida, aclarándolos, cosas de la vida tomando como tema o modelo a la naturaleza. Esas cosas que nosotros no alcanzamos a ver y luchamos con ellas, y a veces nos quiebran, es decir, los eternos problemas de la complejidad, turbación, matiz, sentido y dificultad.
En sus grandes momentos tuvo un coeficiente altísimo de hallazgos expresivos por verso al cuadrado. Hallazgos que diría se cifran en:
- Originalidad, intensidad y potencia en la visión
- Elegancia en el fraseo, expresión, tono y ritmo. A veces su lenguaje (no siempre) suena al de alguien que escribiera como habla, pero que hablara increíblemente bien. Tal su reivindicación del lenguaje cotidiano o conversacional, alejado de la pompa de crinolina y miriñaque fría, malabarista y clasicista.
Hoy se escribe con un lenguaje que no levanta un palmo del suelo, llano y plano y mineral. Se perdieron los registros y hablas lingüísticos particulares; un notario o profesor habla como un tendero, un tendero como un marqués, un marqués como un agricultor, y todos hablan usando el tipo estandarizado lingüístico de los media. W rebaja -es una forma tosca de decirlo- el lenguaje, pero nunca su verso se abaja en Zara o Corte Inglés, justo todo lo contrario.
- Huella o marca personal, personalidad o voz poética inconfundibles (existe un irrefutable y autoevidente “Wordsworth touch”
- Giros y fórmulas lingüísticas memorables que permanecerán en la historia de la humanidad mientras esto no se estropee apocalípticamente
- Nueva liturgia en el tratamiento de la naturaleza. Frente a la estática neoclásica ofrece un dinamismo onírico o funambulismo visionario o casi gnóstico, en el sentido que el yo y la naturaleza se fusionan en una suerte de principio activo del todo. Hay como una moralidad hilada a natura.
- Existe un hemisferio austral, por así decirlo, que descubre W y la posteridad recibe
- En su poesía late una solitaria interioridad, un metódico rechazo a la visión utilitaria e industrial, hay potencias de sentimiento con suplemento de energía, es un zahorí del movimiento de pájaros y nubes. Su “imagination”, a la contra de la “fancy”, siente el mundo a modo de eco divino imantado, uniendo y ordenando las perfecciones invisibles en visibles
Vivimos una Era Chotacabras y Gallinácea, de felpilla sin valor, de oriflama de bisutería e Ikea. Compensa por tanto leer los logros más felices de la historia de la literatura. Un desincrustante a esta Era Glacial Tecnológica de Irrelevancia y Ruido es W y sus pares. La armonía y gloria de las flores no pueden desaparecer.
P.D. Para un poeta cualquier poeta de su época y de varios siglos atrás están tan vivos en él como las noticias del periódico leídas por la mañana. Los buenos influyen y son influidos, y es una pésima predicción o augurio que te influyan los paralelos poéticos de Belén Esteban o la misma nada. Harina de otro costal es que esa influencia sea angustiosa. Discrepo amablemente aquí de Harold Bloom. Para algunos escritores la influencia será angustiosa (consciente o inconscientemente) y para otros no será así. Y “punto pelota”, como dijo una diputada del parlamento madrileño.
¿Se lee hoy a W? En el metro de Londres no es que sean abrumadores los lectores de la edición de bolsillo de Penguin de la poesía de W. Pero alguno aún se ve. En la universidad, en los campus tanto de Occidente como de Oriente (ah la mundialización), se ven alumnos estudiando y leyendo a W en lugar de Másteres en Finanzas para forrarse en un presumible (y barato) futuro. Y en algunas casas cultas todavía se leen buenos libros en lugar de ver obsesivamente series de Netflix o jugar maniáticamente al Minecraft. Existe una modestísima esperanza para salvar a la cultura en la cabeza y corazón de estos estoicos monjes monásticos post-post-modernos.
Dio con una definición intemporal de poesía: “emoción recordada en tranquilidad”; y es uno de los mayores sonetistas de la lengua inglesa.
Lo han traducido al español poetas muy valiosos como Valverde, Manent, Cernuda, Rupérez, Siles, y un largo etcétera.
Hazlitt declaró que W no construía bien sus extensos poemas pero que tenía algo así como un interés personal en la naturaleza. Arnold afirmó que esa misma naturaleza parece tomar la pluma de su mano y escribir por él con su propia fuerza desnuda. Cernuda y Stevens lo quisieron. Y, al ser un definitivo y absoluto poet´s poet, todos los que alguna vez hemos esbozado temblorosamente cuatro líneas lo adoramos como maestro y sublime ejemplo inalcanzable. Onorate l´altissimo poeta.