Buenos días Sres y Sras.
Espero que no declaren 3 días de luto nacional en el ayuntamiento de Orense por las depresiones que provocará esta plúmbea charla.
Declaró Burton en “Anatomía de la melancolía” que no existe algo así como la felicidad, solo menores momentos de melancolía. Entre ir a trabajar o escuchar un magazine televisivo de mañana de radio o televisión, al menos mis palabras serán menos macabras, aunque eso sí, el expositor notablemente más feo que las divas televisivas. Mi único objetivo no es solo ilustrar, sino que pasen una hora o dos algo menos melancólicos viendo a este zangolotino que les habla con acento de la plana de Vic que solo bebe leche Pascual y agua bendita.
Me produzco en este tipo de trances con escasa brillantez (farfullo, no vocalizo, no modulo la voz) pero les aseguro que el contacto con ustedes compensa muy ampliamente el esfuerzo psíquico que estoy realizando. Si existe aquella paradoja del autobiógrafo que emplea más de 24 horas en relatar cada día de su vida, podemos hablar también de la aporía del político, que consiste en pronunciar miles de palabras sin decir ni una palabra que sustente o respalde o justifique racionalmente las palabras cotorreadas. Deseo no caer en la aporía del político en esta amical charla.
No soy fascinante porque soy normativo. No paseo un caimán por la plaza San Lázaro ni me pongo “leggins” ni calentadores ni suspensorios rojos de seda cuando escribo. No soy ningún genio, aunque ustedes se extrañen de eso al oírlo; les informo, aunque parezca imposible de creer, que de cada cuatro genios mundiales dos no son catalanes.
Para dar un poco de picante a la exposición la he organizado de la siguiente manera: una inquisición sobre que es la poesía, la comparación entre la poesía de las redes y la poesía de siempre y notas impresionistas sobre Kavafis, todo en forma de mosaico entrecruzado, aunque indirectamente hablaré todo el rato de Kavafis.
- ¿Qué es la poesía? La poesía, como cualquier arte, es emoción, impacto emocional, pero simultáneamente, también es la descripción de algunos rasgos o propiedades de la realidad (realidad entendida en sentido laxo). Arnold decía que era una crítica o comentario de la vida. La poesía, igual que la vida, es plural, se dice de muchas maneras; existe un tipo de poesía del tipo A, otra del B, otra del C, otra de la clase D. Y en cada una de estas especies hay una jerarquía estética que la divide en, grosso modo, buena, mala y regular. El juicio estético puede ser pasional pero no es totalmente arbitrario. Esa emoción de la poesía, y se ve muy bien en Kavafis, debe causar encanto, desvelo, embrujamiento, atraparte como una dulce tela de araña o los labios de la Pataky.
- Voy a leer unos ripios muy malos míos (en público me puedo desprestigiar a mí mismo, pero es indecoroso y maleducado nombrar a terceros)
SAN VALENTÍN
Qué fino, qué seguro, como colonia
toca la patata el amor…o Ausonia.
EN LAS REDES
Yo tengo un primo poeta
que en las Redes lo peta;
lo presenté al Padre Santo,
y el Padre Santo me dijo:
«Hijo mío, no es pá tanto»
Y ahora dos haykus mal medidos y bochornosos.
HOSTIÓN
Parapente
Relente
Diente
Y otro titulado “El sioux va a la playa y aprende español”
En la maaar
Yo naaadar
Y el calamaaaaar.
Obviamente son ripios de ocasión, ocurrencias, prosa cortada más Enter, graciosidades pobremente ingeniosas redactadas en 5 minutos
- Y ahora, después del lodo, el oro. Leamos “Para permanecer” de Kavafis.
(poner Para permanecer en la traducción de Irigoyen)
- Soberbio y sublime Kavafis. Observemos. Sin palabras no hay razonamiento. Sin imaginación no hay nuevas palabras. Y, sin esas palabras nuevas, no hay progreso moral ni intelectual. Leer a K es una forma de no permitir que se agoten los sueños, de no quedar agotados y poder salir de nuestros chanchullos y limitaciones, es conseguir saltar el cercado de la molicie.
Leer a K es templar las manos en el fuego de la vida, pastorear en aquello que caldea el alma, almacenar más bienes en nuestra despensa y aumentar el diámetro de la realidad. En la pesquisa que nos impulsa a conocernos a nosotros mismos solemos encontrar verdades aparentes. Uno es más lo que K encuentra en ti que lo que tú encuentras en K. En su Orden chispean igual el sentimiento y la comprensión. Te genera leerlo una vida más plena y redonda. Con más placer y significado.
Los versos de los poetas de las redes son de una escrupulosa mezquindad e indigencia que solo alcanzan a defraudarnos. Los poemas de K cartografían un territorio tan elegante como feliz. Los versos de las redes son modas con su preestablecido y breve motor de letra muerta. Los versos de K distinguirán eternamente nuestros propios anhelos. Ningún poeta, con tan pocos poemas, ha dejado una huella tan grande en la historia del arte.
- Kavafis nació en Alejandría el 29 de abril de 1863. Último hijo de una familia numerosa y rica que se dedicaba a la industria del algodón. Poco después mudaría la fortuna y su familia perdió capital. Estudió comercio. Fue funcionario (cuando se jubiló anticipadamente dijo ”por fin me libro de esta asquerosidad”) y ocasionalmente también agente de bolsa. Era tacaño, un conversador brillante, tímido, evasivo, mundano, cotilla, homosexual (aunque parece ser que tuvo una “liason” una vez con una mujer; siento dejar este mundo, sin probar pipas facundo, se debió decir y notando apesadumbrado lo desagradable de las cáscaras de las pipas )
Preocupado por sus ideales literarios y poco o casi nada por la crónica periodística y política del mundo. Viajó a Inglaterra, Egipto, París, Grecia, pero su patria era el helenismo, los mozalbetes hermosos tabernarios, y la poesía. Nunca publicó un libro en vida y solo legitimó como suyos 154 poemas (aunque escribió muchos más) que constituyen su opera omnia. Escrutaba sus poemas con lupa, corregía fanáticamente, pulía, limaba. Sus poemas se conocían porque los distribuía en folletos, copias manuscritas o ciclostiladas, o bien porque los daba a conocer en alguna revista. Adquirió prestigio nacional e internacional pese a esa voluntad de no subir rápido por la cucaña.
- La poesía de las redes incita a la merma expresiva pues se ha diseñado para la inmediatez irreflexiva. Kavafis matizaba, pensaba, medía, cocía a fuego lento sus poemas, los dejaba reposar incluso durante años en el cajón.
Sigo y leo a poetas tuiteros o de las redes con miles de seguidores. Soy hipócritamente amable con mis comentarios, ya que esas webs no dejan de ser su casa y yo no tengo madera ni espíritu de troll. Cosa distinta es que en mis propias redes sociales exprese (razonándolo) la ínfima calidad de ese tipo poesía.
También -ay- los imito escribiendo yo mismo poemas que esbozo en cinco minutos y que algunos les leí antes; el truco consiste en una especie de escritura automática soltando lo primero que se te pasa por las mientes en un estilo cursi y elemental, o paradójico de falsa paradoja, o chistoso, evitando como un demonio la «elaboratio», el buril, la inspiración alada o la conciencia estética de la escritura.
Los genios, escribiendo así, pueden escribir genialidades (por algo son genios), pero a la inmensa mayoría de los mortales este mecanismo poético solo genera poemas-churro, poemas-ocurrencia chorra. Un poeta con oficio y años de experiencia también puede sobresalir con esta suerte de instinto espontáneo. Pero los poetas de las redes son jóvenes y «jóvenas» que empezaron la casa por el tejado. Un pintor puede pintar un gran cuadro en treinta minutos porque necesitó cuarenta años para aprender a pintarlo en treinta minutos. Lo mismo pasa con el poeta. Un cúmulo de experiencias y técnica (o cultura) es justo de aquello que carecen esas «celebrities» de Tuiter o Instagram o Tik Tok.
Auden y Glyn Maxwell proponían en sus clases de escritura creativa una prueba muy significativa. Daban a sus alumnos grandes poemas con algunas palabras eliminadas (nombres, verbos, adjetivos) e incitaban a sus alumnos a completar los huecos. Prácticamente nunca acertaban. Hay un poema de Larkin en que el poeta describe un paisaje que ve desde la ventanilla del tren. Al ver un invernadero lo describe así: «Un invernadero relucía, único». Ni un solo estudiante nunca adivinó el adjetivo «único». La palabra «único» es única. Los poemas de las redes carecen de palabras, versos o poemas «únicos». Son poemas manufacturados en serie, no escritos con el dedo de Dios. Poemas Coca-Cola, poemas-palomitas; de ahí probablemente su brutal éxito; dan gusto y masaje al necio.
Aunque yo ya esté un poco talludito (y encima tan feo, monárquico, católico y sin tatuajes) tengo un alma inconfundiblemente tardo-adolescente y blanda. No descarto convertirme en un exitoso poeta del Tuiter o del Instagram. Aunque mis probaturas no tuvieron hasta ahora el refrendo popular exigido, el talento solo se cifra en tesón y transpiración amigos (también algo de marketing le viene de perlas). Que tiemblen Marwán y Elvira Sastre.
- Lo que critico a Marwán, Elvira Sastre, Luna Miguel, Irene X, Loreto Sesma, Defreds y toda esa larga patulea (y pido perdón por nombrarlos y por la palabra “patulea”), es que inducen en sus lectores una deshonrosa formación de la conciencia, alimentando y fomentando sentimientos deleznables en lugar de elevados. Admito -claro- que hay un público incapaz de distinguir entre lo sublime y la basura, pero el filtro editorial no enmienda sino que se beneficia crematísticamente de esa falta de instrucción de los lectores, se comporta exactamente igual que un directivo de Tele 5.
Los libros son afluentes u océanos donde te influyes a ti mismo y cuya ayuda necesitas para interpretarte y madurar. Los mejores escritores son siempre quienes más nos ayudan. Los que menos nos ayudan son los peores escritores. Este tipo de literatura no distingue tipos, peculiaridades, causas o motivos humanos, y su peligro es que diluyen el genio psicológico que es forzoso alcanzar («Es necesario que seas» Goethe), en una papilla uniforme de psicología popular que iguala -mucho- por abajo.
El deleite (estética), el consejo (cognición), la inspiración (sabiduría), se sustituyen por el burdo efectismo, el tópico sentimental y la frase hecha. Si la idea de los libros como compañeros insustituibles empieza a ser ajena en nuestra cultura (su lugar lo ocupa el ocio tecnológico, audiovisual, o el ocio meramente festivo), flaco favor hacemos a los incipientes lectores con un sucedáneo de poesía de ínfima calidad.
Y conste que no abogo indefectiblemente por una poesía minoritaria, alta o elitista. Al ser la literatura (y la poesía) más que milenaria, un género con muchas especies distintas, existe abundante poesía de calidad mayoritaria, abundante poesía de calidad minoritaria, así como también mala poesía de minorías, y mala poesía de mayorías.
Si las editoriales antes prestigiosas apuestan por la mala poesía popular (y saben a la perfección que lo es); ¿qué podemos esperar de su público? ¿y dónde está la función directiva o educativa de las instituciones culturales (también de las privadas)?
- Kavafis es un poeta culto y sabio, a diferencia de los jóvenes poetas de las redes. Sabía lenguas clásicas, inglés, francés, italiano y rudimentos de árabe. Aunque usó una mezcla de lengua demótica y purista, con preponderancia de la demótica, lees sus poemas y percibes ecos de epigramistas griegos, de eruditísimas crónicas de historiadores bizantinas, de literatura europea (parnasianismo, simbolismo) etc… Los poetas de las redes no hilan su obra a la tradición y al saber sino a elementos extraliterarios.
Kavafis es sabio porque es maduro y ya anotó Shakespeare que la madurez lo es todo. En sus poemas aprehende sensualmente el pensamiento, o recrea el pensamiento otra vez en pensamiento. Su poesía aparentemente tiene un tono desapegado, e impersonal, como de registro notarial o código civil, pero late un hondo y tenso lirismo sin pizca alguna de empalagoso y “pompier” romanticismo.
Cuenta como en una conversación dicha en verso yámbico. Cuenta y canta sin alaridos ni pitidos de organillo o ritmo de rock. A los jóvenes les falta la experiencia para enriquecer su visión. Como monjes frailunos medievales, son binarios, categóricos, vehementes, napoleónicos, categóricos. El mundo y la voz de Kavafis son ricas y completas. Interpreta dando en el clavo temas universales: el placer, el deseo, la soledad, el arte, el viaje de autodescubrimiento, etc…
Todo esto es un prólogo abstracto que podría ejemplificar con muchos poemas suyos. Lean a K, se lo suplico. (ENSEÑAR LIBROS CAMARA)
- Kavafis tuvo un cáncer de garganta y le practicaron una traqueotomía en la que perdió el habla. Solo lloró una vez durante su enfermedad. Le llevaron una maleta pequeña para que llevara unos papeles y poemas, se emocionó y escribió en un papelito “Compré esta maleta hace 30 años, apresuradamente, una tarde, para irme al Cairo en busca de placer. Entonces era joven y fuerte, y no mal parecido”. Murió en 1933.
Gracias por escucharme. Si lo desean me gustaría después leer varios poemas suyos. Y responder a sus preguntas.
Gracias a ustedes, si me permiten la impúdica confesión, no hay lestrigones ni cíclopes, ni el airado Posidón dentro de mi alma. Porque con ustedes, merced a su amistad, gracias a que no me tiraron desde arriba del campanario, alto es mi espíritu y selecta mi emoción.
Muchas gracias