
Comparando al lelo peronista de Bergoglio con Ratzinger, solo acude a mi memoria una cita:
«-¡Eh! ¡Madre de Dios -exclamó ella- ¡Bendita Virgen! ¿Hay algo más? Decidme la verdad.
-¿Qué opináis señora, preguntó el fraile?
-¿Qué que opino de ello? -exclamó ella- ¡Qué Dios me perdone! Que es un acto vulgar de un individuo vulgar. ¿Qué más puedo añadir?¡Que Dios le colme de desgracias! Supongo que tuvo un ataque de estupidez; su cabeza está llena de pájaros«
Chaucer, Cuentos de Canterbury, Cátedra, traducción de Pedro Guardia, pág. 255
La Cristiandad debe alimentarse, como un capo yermo, con la lluvia; pírricamente se alimentan con su fango sus ejemplares de la cúspide más toscos y de maoísmo supuesto más modernizador.
La aurora, cebreada de cirros color cinabrio, y las vigilantes estrellas con las que se guiaron los Reyes Magos, eso, esas contemplaciones solitarias, acaso son la felicidad. Innumerables meditaciones solitarias mantuvo el Papa emérito con Dios y nuestras almas en su retiro.
Benedicto XVI también tendrá, como ocurrió con Juan Pablo II, una sencilla lápida de mármol blanco con la inscripción de los años de su pontificado en latín: “Cooperatores Veritatis”.
Murió un Papa bueno y sabio. D.E.P.
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El Papa actual usa piercings, playeras y pósits de autoayuda, y escritores y curillas de barrio acuden a tatuarse; se pinta los mofletes como una drag-queen; se viste con tutús y toca la guitarra durante la liturgia; se pone AC/DC en los auriculares para dormir. El Papa que ve fútbol y saliva con los goles. Que come pipas, pistachos y donuts gigantes.
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León X, hijo de Lorenzo el Magnífico, el primer Médicis en el Pontificado, tuvo una pequeña corte de literatos, hombres de ciencia y artistas; él mismo era poeta, músico, arqueólogo y filósofo, con varia cultura y con un ingenio versátil, sensible a toda forma o incitación de lo bello, pero acaso un diletante falto de profundidad. El siglo de León se llamó “áureo” gracias a su mecenismo. Promocionó y protegió a la Universidad, y por su empeño, empezó una nueva era la carrera de Rafael. Todos los poetas y humanistas debemos encomiar a este Papa mediceo.
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Benedicto XIV reflexionó con superior inteligencia y extraordinaria erudición.
«¡A lo mejor me reprobarán -escribió- el que haga una escapatoria por los poemas de Dante, Tasso o Ariosto; pero es que a menudo necesito recordarlos para tener una expresión más viva y mayor desenvoltura de pensamiento!”.
Docto, y amigo de los doctos, fue sombra benigna de los doctos. Iban a Roma a debatir y consultar con él los sabios de mayor nombre y fama de Europa. Deseaba obispos y clérigos, no solo piadosos y de costumbres ejemplares, sino también de vigorosa solidez intelectual. Monarca sin favoritos ni cortesanos -papa sin nepotismo-, y doctor sin orgullo -censor sin acrimonia. Voltaire, corifeo contra la religión, escribió un dístico a Benedicto XIV muy admirativo:
«Lambertinus hic est, Romae decus et pater orbis / Qui mundum scriptis docuit, virtutibus ornat”
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Que un Papa hable de las caricias y masajes -por ejemplo- de otro miembro de la curia es muy chabacano, con la ligereza inelegante de un proto-bárbaro. Pidió en Lesbos a la UE que acoja a los inmigrantes ilegales ¿Por qué no pide a los gobiernos corruptos, sectarios e incompetentes de los países de origen de los inmigrantes que dejen de robar, cesen sus guerras y administren de manera eficaz? Eso por nombrar algo de sus últimas y novísimas “ideas” y manifestaciones públicas. Muchos son mis pecados; espirituales -más graves- y carnales. Pero no soy pastor de la Cristiandad.
A veces me pregunto de qué barrios con grafitis, sórdidos sótanos de lavacoches industriales, y grasientos kebabs, de qué peluches llenos de garrapatas, ha salido este Papa que tenemos. No sé.
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Una vez descorchado el champán, leído al Cardenal de Retz, las memorias de Saint-Simon, tomado el sol en el hotel Crillon, usufructuado cuerpos exquisitos, almas delicadas, llevado pajaritas impecables, ponderado los nefastos e indigestos mamotretos marxistas, medido la altura de las mentes, solo quieres que tu doméstica te avise a la hora del crepúsculo para poder ver solitario el atardecer y rezar entonces por el alma dorada de Benedicto XVI.
D.E.P.