
(Horacio, Epodos, II)
Paz a los hombres. Nunca fue fácil el vivir.
Deseo el silencio casto y conventual de la Luna,
y vivir libremente, olvidando los años.
¿Gozar de una gloriosa medianía?
La tentación de alejarse de los pleitos,
y huir, y apartarse, y aspirar a lo mínimo.
¿Desasosiego? ¿Fiebre? Dos ejércitos sin alma.
Levántate pronto, desayuna un dedo de vodka
con limonada, toma unas tostadas
con aceite, ajo y sal, pasea por los bosques
con tu perra, y dedica el resto del día
a traducir a Pessoa, a contemplar la poblada
galería de tus recuerdos…
Y cómo agrada entonces que tanto guste
lo que los sabios crearon para que te gustase,
cómo agrada el recto rímel de las estatuas,
el tempo lento y amoroso del piano,
bogar por islas donde ella braceó desnuda,
la tibieza de las flores, el crepúsculo sobre el río,
el cortejo de nubes naranjas al ocaso,
el campo cultivado con amarillos serenos.
Y cómo acolcha la noche con su libro,
o la cumplida modestia de una sencilla idea.
De la confusa selva del pensamiento contemporáneo
apártate, del mundo mendaz retírate en biblioteca.
Ajeno al mundo, aplasta su hosca desmesura.
Pide la altura de quedarte al margen:
la carne es impura, el espíritu enemigo.
Lee –saboreándolos– a Suetonio y Polibio,
paladea la rica prosa de Tácito, escucha al sutil
animal perfumado de la noche, evita los tenebrosos
hoplitas pletóricos de lucha…
Graba pues en tu memoria estas palabras,
señales y símbolos que rigen tu destino:
Feliz aquel que de pleitos retirado.
***
«Beatus ille, qui procul negotiis, / ut prisca gens mortalium, / paterna rura bubus exercet suis, / solutus omni fenore, / neque excitatur classico miles truci / neque horret iratum mare, / forumque uitat et superba ciuium / potentiorum limina, / ergo aut adulta uitium propagine / altas maritat populos» Horacio.
Feliz aquel que de negocios alejado, cual los mortales de los viejos tiempos, trabaja los paternos campos con sus bueyes, de toda usura libre. A él no lo despierta, como al soldado, la trompeta fiera ni teme al mar airado; y evita el Foro y las puertas altivas de los ciudadanos poderosos.
***
«No hice más que urgir a nuestra/ época a abandonar sus trabas/ con las sabidas reglas de la antigua libertad/cuando de repente me rodea un bárbaro estruendo/ de búhos, cucos, asnos, simios y perros» Milton, Soneto XI.
Libros: «Vastes et détranges domaines» para alimentar la mente. «Oisive jeunesse» un libro, ociosa juventud la de un libro.
«Was du erebt von deinen Vätern hast / Erwirb es um es zu besitzen» Goethe. Lo que has heredado de tus padres, hazte digno de poseerlo.
Que no nos mueva demasiado ni el viento ni las brisas; que nos mueva, por encima de todo, el conocimiento. Como escribía Tito Livio (28,27): «Multitudo omnis, sicut natura maris, per se immobilis est, ventus et aurae cient».
«En esta estúpida y tediosa época lo más excéntrico que uno puede hacer es tener cerebro» Óscar Wilde.
De Francesco Petrarca son estas palabras tomadas de su libro «Remedios contra la buena y la mala suerte», 1, xliv:
«Gozo: Escribo libros.
Razón: Mejor harías en leerlos, y mucho mejor sería si convirtieses lo leído en una buena norma de vida. El conocimiento de las letras sólo es útil si se pone en práctica y se confirma con obras, no con palabras. De otro modo, muchas veces se confirma, como está escrito, que el conocimiento hincha de vanidad. Entender con claridad y prontitud muchas e importantes cosas, recordarlas con seguridad, contarlas de modo brillante, escribirlas con arte y declamarlas placenteramente, si todas estas cosas no tienen aplicación a la vida, ¿qué son sino instrumentos de una vacua petulancia, qué son sino trabajo y ruido sin provecho?»
«Simul et jucunda et idonea dicere Vitae», Horacio, hablando de la función de la poesía en su Arte poética, I, 334. «Y al mismo tiempo decir cosas agradables y adecuadas para la vida».
«Posse tibi res meas, pater optime, que ut paucis placeant, laboro» Petrarca.
Que sean de tu agrado, querido Padre, estos escritos en los que trabajo para complacer a unos pocos.
«…mihi parua rura et / spiritum Graiae tenuem Camenae / Parca non mendax dedit et malignum / spernere uolgus» Horacio.
…pero pequeños campos, / y un leve aliento de la griega musa / me dio la Parca, y despreciar al vulgo, / siempre maligno.
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“Feliz aquel que, ajeno a los negocios,
como los primitivos,
labra tierra paterna con sus bueyes
libre de toda usura;
que no oye el agrio son de la corneta,
ni teme el mar airado,
y evita el Foro y las soberbias puertas
de los más poderosos;
y los largos sarmientos de las vides
une a los altos álamos,
o contempla de lejos su vacada
en un valle apartado;
y, las ramas inútiles podando,
injerta otras más fértiles,
o guarda espesa miel en limpias ánforas,
o esquila sus ovejas”
Horacio, Epodos, II