
(Dementia praecox II)
Detesto la moda moderna que consiste en que, en la entradilla del autor, éste se presente con información anecdótica y exhibicionista de las esquinas y recodos de su ser y existir más “totxo, arrienc, babaia, pec, baja i capsigrany”, foto incluida.
Nací en Barcelona y vivo en una aldea de Orense. Sobra y basta para los chascarrillos de recibidor y barbacoa.
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Cito libros y autores al azar, orientado por ese manual de irracionalidad y sofistería llamado I Ching.
“Puedo calcular el movimiento de las estrellas, pero no la locura de los hombres” Newton
“Primero, no hagas daño” Hipócrates
“Antes del quebrantamiento, es la soberbia” Proverbios 16:18 (Cita ad hoc, aplicable desde los sucesivos DSM hasta el novísimo DSM-V)
“Segur que continuarem obtenint uns pocs èxits “sonats”, però ens deixarem molta gent pel camí per la simple i desgraciada circumstància que no tenien el que nosaltres sabíem curar: quina paradoxa més patètica, la conversió de l´altruisme que guiava la nostra vocació inicial en l´apoltronament en una praxi rígida i limitada, on ja no sabem nosaltres el que cerquem què té el pacient i com podem ajudar-lo, sino que és el pacient el que ha de buscar i seleccionar entre els professionals de la psiquiatria aquell que es dedica a allò que ell pateix o en sàpiga” (Antoni Corominas, Els pecats capitals del psiquiatre, Angle Editorial. Tomito extraordinario que pasó desapercibido debido a su limitación local al área lingüística catalana)
“A partir de las observaciones de John Haslam y de Philippe Pinel, y hasta finales del siglo XIX, tuvo lugar en Europa una polémica constante acerca de si la locura estaba aumentando, y, en caso de ser así, por qué. Ya en 1829, sir Andrew Hallidey alertó de que “el número de enfermos se ha más que triplicado en los últimos veinte años”, y, en 1835, J.C Prichard añadió que “el aparente aumento es muy notable en todas partes…los casos de locura son mucho más abundantes que antes”. En 1856, en Francia, E. Renaudin publicó una gran cantidad de datos que demostraban un incremento de la locura, especialmente en jóvenes adultos y en zonas urbanas, y al año siguiente en Inglaterra John Hawkes escribió: “Dudo que jamás en la historia de la humanidad, o por la experiencia de épocas pasadas, se pueda demostrar que haya habido un mayor número de locos de los que tenemos hoy”. En 1873, Harrington Tuke avisó de que: “una gran ola de locura va avanzando lentamente hacia nosotros”, y, tres años después, Robert Jamieson añadió que “el fenómeno más destacado de nuestro tiempo ha sido el alarmante aumento de la locura”.
Los que pensaban que el aumento de la locura era real dieron diversas explicaciones posibles, que iban desde la genética (mayor consanguinidad entre matrimonios) y la creciente complejidad de la civilización, hasta el incremento en la masturbación, el consumo de alcohol o viajar en tren. Los que creían que el aumento de la locura no era real decían que se trataba de un artefacto estadístico debido a la mayor esperanza de vida de las personas con enfermedades mentales, que era parte de un complot social para encerrar a personas molestas en manicomios, o bien la consecuencia de una creciente industrialización, dado que las familias dejaban la casa para ir al trabajo, y, por tanto, no podían seguir teniendo al familiar enfermo en casa” (E. Fuller. Invito al lector a que medite los paralelismos entre el s. XIX y el XXI, así como a la lectura de The invisible plague, donde se concluye que la locura realmente aumentó)
“La acción de los medicamentos psicótropos sobre los síntomas de un pensamiento enfermo es incomparable, pero carecen de efecto sobre la vivencia individual del paciente o sobre la repercusión social de la enfermedad “E. Zarifian
Aunque este es un libro serio y por lo tanto no se citarán aquí a mamarrachos como Laing, Cooper, Basaglia, Foucault o Lacan, no me resisto a que ustedes lean los diversos artículos de la “Declaración de los derechos humanos y de la salud mental”, un documento fundacional titulado Salud mental y ciudadanía mundial. Búsquenlo en Internet. No vienen mal las risas…congeladas.
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El padre Jofre, alrededor del año 1500, fundó en Valencia el primer manicomio del mundo. Traducido al español se llamaría “Asilo para desmemoriados, locos y orados”, buen título para nuestra época que, como en el cuadro de El Bosco, navegamos perdidos en una pobre barca sin un adónde ni un claro destino.