Prólogo a «Diario de un esquizofrénico»

LIMINAR

No olvido la carta de Madame de Sévigné:

«[…] Tengo que contaros una historieta, que es muy cierta y que os divertirá. Desde hace poco el rey se ha puesto a hacer versos; Saint-Aignan y Dangeau le enseñan cómo hay que hacerlo. El otro día compuso un pequeño madrigal, que él mismo no encontraba demasiado logrado. Una mañana le dijo al mariscal De Gramont: «Leed, os lo ruego, este pequeño madrigal y decidme si alguna vez habéis visto algo tan impertinente. Como que la gente sabe que me he aficionado a los versos, me los traen de todos los colores». El mariscal, tras haber leído, le dijo al rey: «Señor, Vuestra Majestad juzga divinamente bien en todas las cosas; es cierto que éste es el madrigal más bobo y más ridículo que he leído en mi vida». El rey se echó a reír y le dijo: «¿No es verdad que quien lo ha escrito es un necio?» «Señor, no hay manera de darle otro nombre». «¡Qué bien!, dijo el rey, me complace que hayáis opinado con tanta sinceridad: lo he hecho yo» «¡Ah, Señor, qué traición! Devuélvamelo, Su Majestad: lo he leído muy deprisa«.

Deseo del sufrido lector la magnanimidad de releer mi dietario misceláneo creyendo que no es tan malo como en su primera (y certera) impresión parece, y que su opinión crítica sea sustituida por una especie de benévolo «blurb» (pequeña frase auto-promocional que las editoriales o estudios encargan y publican antes de que salga el libro o la película) Permítanme el autoengaño de creer que la mayoría de mis lectores (en total sumarán veinte o treinta) creerán que mi libro es «Absolutely Brilliant«, «Holiday Classic«, y cosas de ese jaez.

También deseo, en mi quimera alucinatoria, que alguien me vea como un tipo de superior inteligencia y superior erudición, al que no reprueban sus escapatorias a Dante, Horacio, Catulo y Ariosto, necesarias para una expresión más viva y mayor desenvoltura de pensamiento en sus escritos. Que se me vea como docto entre doctos, o sombra benigna de los doctos. Un censor sin acrimonia y un príncipe sin nepotismo, un geniecillo de aldea, al que Voltaire –ese corifeo de la religión- le hubiera escrito admirativo el dístico: “»Lambertinus hic est, Romae decus et pater orbis / Qui mundum scriptis docuit, virtutibus ornat«

Con toda sinceridad solo pretendo ofrecer un poco de evasión o ración amable de pasatiempo y solaz a la imaginación y los ojos del querido lector al término de su –acaso- tediosa jornada de trabajo. Un deleite no demasiado sádico.

***

 Un lector siempre añade algo de sustancia personal a lo que lee; si ese algo es menos severo que la idea del mariscal al madrigal del rey, para mí es más que suficiente justificación y señal de terminante alegría.

Pese a que en muchas entradas o escolios critico a la sociedad y a mis semejantes, eso solo es una argucia retórica o desplazamiento: el único tema del libro soy yo, me refiera directamente a mí o indirectamente, aludiendo al supuesto colapso apocalíptico cultural. Si Cavafis en sus poemas históricos transfiere su elusivo yo a hechos del helenismo alejandrino, uno oculta su ignorancia socio-cultural del presente y recurre al expediente de aparentemente hablar de él –de la sociedad- cuando solo (insisto) hablo de mí.

El libro carece pues, pese a sus aserciones categóricas y prosaísmos no pirrónicos, de un significado cognoscitivo o informativo explícito o la puesta en escena de determinadas tesis (tan opinables como inevitablemente caducas) La parte del león radica en su significado emotivo y moral. Por lo que no pretendo bajo ningún concepto instruir intelectualmente, algo que me sobrepasa a todas luces, y solo familiarizar al que leyere con las obsesiones de un solitario en el fondo escéptico y fabulador y bastante mentiroso. Solo tengo una creencia verdadera, una meta-creencia o creencia sobre las creencias, a saber, que no todas mis creencias son verdaderas. Vano insistir que mi talante natural es la bonhomía y la tolerancia, incluso cierta ingenua bondad, por lo que las notas pseudo-nazis o el elitismo despreciador hacia cualquier tipo humano son muestras del más consciente género fantástico.

***

Gracias. Ni soy ni seré escritor de primera fila, no me engaño, poco menos que un dominguillo talentosillo. Un escritor amateur y diletante, de noches insomnes, que siempre tiene presente la aguda experiencia de Montaigne:

Poco importa cuántas veces revise mis escritos; en lugar de complacerme, me decepcionan y me enojan. Tengo siempre en la mente una idea, una imagen difusa, de una expresión mucho más acertada que la que empleo, pero, como en un sueño, no logro asirla ni desarrollarla

Mi obra de creación permanece en el limbo de lo embrionario, lo provisional, de lo susceptible de constante corrección, pulimento, lija y enmienda. La doy a publicar debido a motivos biográficos que deseo no hacer públicos. Detesto mi imagen de escritor y los logros nunca hallados y las limitaciones siempre manifiestas.

Si fuera serio o maduro no publicaría nunca nada, jamás, ni borracho, excepto «feuilles volants» para mi familia. Y continuamente intentaría sutilizar y escamondar en lugar de publicar. Pero me apremia mi vanidad y mala salud.

Si Cernuda habló del «aguachirle conyugal» referido a las parejas heterosexuales, no menos, yo soy un mero provinciano que juega con sus múltiples máscaras y cuya obra, según mi parecer, es poco satisfactoria e insidiosamente mediocre. «Todos los cambios están más o menos teñidos con la melancolía porque lo que dejamos atrás es parte de nosotros mismos» dijo Amelia Barr. Burton señaló: «No hay algo así como la felicidad, solo menores matices de melancolía». No hay algo así como un buen libro, solo mayores o menores matices de mediocridad en “Diario de un esquizofrénico”.

Esa mediocridad queda desmentida en el Prólogo de Santiago Lamas y el Epílogo de Vicente Gracia, médicos, científicos, escritores y humanistas a quienes agradezco el gesto compasivo de ocuparse de mí y que honran al volumen.

Un saludo muy afectuoso a todos y, de antemano, gracias por su paciencia. Todos estamos preñados de ese sueño que se llama Belleza. Todo lo desagradable se evapora en ella. Si logré un gramo de belleza con el libro mi vida está cumplida. Gracias.

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