Diario de una soledad 1

Mi madre enferma, mucho. Mi padre muerto.

Tengo ante mis ojos la fotografía de mis padres cenando de noche en un restaurante de lujo. Él, satisfecho de sí mismo, mira a la cámara como un actor de moda seguro de gustar. Mi madre, con una mano en la mejilla, lo mira arrobada, enamoradísima, llena de suntuosa y alegre gloria. Detrás, burgueses muy bien vestidos, supongo que hablando de las viñas, casas en la playa, importaciones y otros “costumas rica”.

Se podría coger la luz del restaurante y ponerla dentro de un ánfora griega, de un río poblado de peces de oro. Papá y mamá tienen las copas de champaña a rebosar, como si de ahí procedieran todos los pensamientos mejores y de ahí salieran las Lunas del resto de noches por venir.

Retumba en torno el verso de Dante (Inferno, Canto XXVI): “Fatti non foste a viver como bruti / ma per seguir virtute e conoscenza” (No naciste para vivir como las bestias, sino para seguir virtud y conocimiento)

En la foto mi madre está embarazada de mí de pocos meses. Lo que entraña impulsos instintivos y deseos primitivos (alucinadamente benevolentes) respecto al hijo.

Hacia mí debieron tener altas expectativas, ambiciones, sueños, altas y hermosas conjeturas. Mi vida modificó esos sueños y deseos, y los convirtieron en pesadillas.

Pero pese al infierno en que convertí sus vidas, siempre hubo amor. “Fuiles queriendo bien, que siempre traía pan, pedazos de carne, y en el invierno leños a que nos calentábamos”. Lázaro asocia la felicidad a objetos materiales; en casa la asociamos (yo la asocio) a imponderables inconcretos y sutiles: afecto verdadero. Y, siempre, pese a las tormentas que causaba mi cabeza, hubo amor. Entre mis padres y yo “más dulzuras hubo que Ovidio escribió”.

Tomás Moro: “Aman apasionadamente estos jardines; en ellos cultivan viñas, hortalizas, hierba y flores. Los cultivan con esmero, tanto que nunca he visto nada semejante en belleza y fertilidad. Los amourotanos gustan de la jardinería no solo porque les entretiene, sino por los concursos de belleza organizados entre las diversas manzanas. Difícilmente, en efecto, se podría destacar un aspecto de la ciudad más pensado para el deleite y el provecho de la comunidad. Cosa que me hace pensar que la jardinería fue de especial interés para el fundador”. Mi familia fue un jardín donde, pese a la cizaña surrealista que yo representé, en él las flores se distribuían con presteza, orden y clasicismo.

Recuerdo ahora a mis papás grave y severo y triste. Pero me expando en innumerables y opuestas direcciones que van a dar al mismo lugar, rememorando siempre su ternura, tesón o creencia en mí.

Agradezco al destino que los pusiera en cada vuelta y revuelta del camino.

Ahora estoy completamente solo. Si los recuerdo, no todavía abandonado. Pero compactamente, terminantemente solo.

***

He de escoger los párrafos que quiero leer o releer esta tarde y a la noche. Y disfrutar del sofá donde los sábados por la tarde, hace más de cuarenta años, me sentaba en medio de cada uno de los dos para ver una película. Y notaba sus manos posadas en mis hombros.

Vuelvo a los viejos Momentos. Demasiada Melancolía en el Corazón.

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