El libro a reseñar, editado en Planeta, tiene el comercial título de Cómo ser culto, mejor expresado en inglés, The Well-Educated Mind. En su versión traducida los editores han omitido por completo el capítulo dedicado a la poesía. Para un norteamericano o lee o cae en la barbarie; para un europeo la civilización, al menos antes, en cierta medida la adquiríamos hablando y conversando, contemplando monumentos y por la inercia de la historia. Desdichadamente las nuevas generaciones ponen un muro con la historia, viviendo en una suerte de asilvestrado puntillismo, creyendo e ideando su experiencia del mundo la que se circunscribe exclusivamente a sus «moments of being». Alguien con veinte años supone y articula su cosmovisión a las vivencias de esos veinte años. El libro de Susan Wise es ordenado y voluntarista. Autoayuda yanqui optimista. Pero su análisis de cómo leer es a mi juicio impecable y definitivo, en la línea de aquel best-seller de los años cincuenta de Mortimer Adler. Divide la autora la asimilación de la educación en una tríada clásica o tres fases consecutivas, a saber, la fase gramatical, la fase lógica y la fase retórica, una actualización del escolástico trivium. Son los pasos de entender -gramática-, evaluar -lógica-, y expresar una opinión -retórica-. Una mente bien formada es el resultado de la aplicación, no de un genio innato, y este método es el menos capcioso y el más racional. Leer requiere una disciplina, como correr regularmente, aprender a cantar, o meditar. El laberinto de detalles ante un libro se vislumbra adecuadamente con el sistema del trívium clásico. «Algunos libros son para ser saboreados, otros, para ser tragados, y unos pocos, para ser masticados y digeridos» escribió Bacon. Saborear, tragar y digerir, es un uso paralelo de la gramática, tener un conocimiento básico de la materia, de la lógica, mezclar con el propio entendimiento el análisis de la información, y de la retórica, tener opinión propia respecto de la materia estudiada. Primero hay que entender los argumentos de una disputa, después evaluarlos respecto a su pertinencia, y por último argumentar con esos argumentos previamente cribados en tu propia elaboración cognitiva del mundo. Primero hay que comprender las ideas, después sopesarlas, y por último reaccionar ante ellas. No lo dice la autora pero esa distribución es la que debiera darse en la educación formal; en la educación primaria adquirimos los rudimentos de la gramática, en la secundaria de la lógica, y en la Universidad de la retórica. Que la malhadada pedagogía actual tiene los valores invertidos se observa cuando a los niños se les pide opinión de temas que todavía no comprenden y los universitarios en cambio estudian pasivamente y con los nefastos apuntes. Hoy en día la gente se siente ilustrada consultando las noticias o un diario web, cuando el conocimiento viene empaquetado en frases complejas y bien ensambladas en los libros. Es lo que decían los versos de Eliot ¿Dónde hemos perdido el conocimiento por tener información? ¿Dónde la sabiduría por conocimiento? La información es cosa de gramática, el conocimiento de lógica, y la sabiduría de retórica. Los media dan información, los libros sapiencia, y tu propia mente sabiduría. Enfrentarse a la verdad es la tarea de un hombre libre. Meditar y estudiar es lo propio de un hombre noble.
A continuación la autora aplica esa educación clásica en los campos de la novela, la autobiografía y memoria, la historia y el teatro. Connota todo como un delicioso Plan de Lectura Para Toda Una Vida. El sesgo en la selección de lecturas es anglosajón. Los comentos de clásicos demasiado resumidos y sucintos.
Un interesante libro para el autoaprendizaje ahora que la escuela es un nido de neoanalfabetismo.