Desjerarquización

woman sitting on sofa while looking at phone with laptop on lap

Las nuevas categorías de pensamiento y asociación no prescriben lo alto versus lo bajo, lo refinado frente a lo romo y vulgar, la calidad en oposición a la popularidad. Las anteriores son categorías victorianas, y quienes las defendemos unos dinosaurios del pleistoceno. Hoy todo gira en el vector lo cool ante lo square -carroza-, lo muy hot como opuesto a lo demodé. El arte, el sexo, la política, la moda, los productos, las estrellas del celuloide o del rock o de la pantalla o de interné, las películas, el comercio, el debate, la literatura, el marketing, las nuevas tecnologías, todo se reordena en un campo como de celebrities donde estás in o bien out. La sofisticación intelectual nada tiene que ver con estos nuevos modos de ambición moderna. La figura del crítico o intelectual es como la de alguien con polainas y peluca empolvada, levemente -o claramente- ridículo y que se sustituye por el agente del entertainment. Vivimos en el capitalismo hip, donde reina la velocidad, la notoriedad, el buzz y lo cool. La jerarquía y la clasificación son una figura arrumbada, como la economía feudal. El futuro es Shakira y Piqué, la decadencia es Henry James o Michelet. El nuevo gobierno de Sánchez es un inequívoco ejemplo de esta estetización espectacular de lo público y su discurso. Sobran un Saint Simon o un cardenal de Retz, pues ¿no molan más acaso los astronautas y las vaginas múltiples?

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