La novela a reseñar es Dibujos animados, Anagrama. Dos consideraciones previas; la memoria no suele -tristemente- tratar las cosas del pasado sino que su material son los recuerdos del pasado. Vamos hacia el pasado recordando nuestros recuerdos, reelaborándolos, siendo fieles o infieles a los hechos sucedidos realmente. Toda memoria es un filtro desfigurador, un tamiz que se hila nuevo en cada recordación. Toda memoria es un género (de tinte realista) de ficción. Lo otro que deseo señalar es que la infancia es nuestro periodo orgánico por antonomasia, nuestra época clásica, en que las cosas se viven en identidad consigo mismas, y en relación con nosotros. Romeo triunfa al, con una estructura disgregada, elíptica y en mosaico, darnos una idea redonda, compacta de la infancia del protagonista -un alter ego del autor-. Esa infancia que no se ata ni se une con los afectos y propósitos amorosos de una familia burguesa, sino que se explica con los vaivenes y contactos de personajes cutres y casposos de una España cañí, con las mercancías del capitalismo, con los dibujos animados de la sociedad de masas -aquí el Coyote y Correcaminos son los símbolos de la perplejidad y desconcierto del púber protagonista- La novela tiene un fondo agrio de vacío pero nunca despiadado, hay una ternura o vetas diáfanas de él, y en ella la vida empero tiene un feísmo ortodopédico como los zapatos de la Cojita. A los nacidos en los setenta no se nos escapa ni uno solo de los referentes (referentes poperos, los de clase de modo más indirecto para los que somos hijos de la burguesía hacendada) La prosa y el tono tienen una taquigrafía seca y telegráfica que, te guste más o menos -de gustibus et coloribus non disputandum-, demuestran la presencia de un escritor de raza, de alguien que sopesa y mide la materia verbal con maestría. Espléndida opera prima de un novelista que nos dejó demasiado pronto y que recomiendo vivamente. Novela con grumos de vida verdadera, de la jodida vida y la -para algunos- putrefacta infancia.
Lectura de Félix Romeo
Publicado por christiansanz71
Orate, orante y diletante. Burgués hacendado, aldeano ilustre. Pienso bien, escribo regular -desearía que con distinción-, y hablo mal. Solitario compulsivo. Lector omnímodo, omnímodo, diagnosticado de bibliopatía. Apocalíptico y antimoderno. Debemos apartar el chusmerío de nosotros y buscar el lujo de la mente, también la bondad. Voltaire: “La terre est couverte de gens qui ne méritent pas qu´on leur parle (la tierra está llena gente a quien no merece la pena dirigirle la palabra) “Por desgracia la expresión coquin méprisable , granuja despreciable, resulta aplicable a un número terrible de personas de este mundo” Schopenhauer. “Nec vixet male qui natus moriensque fefellit” Horacio, “No se da mala vida quien de nacimiento a muerte pasa desapercibido”. Mejor no podría ser dicho. O bien igual Ovidio, “Bene qui latuit, bene vixit”, “Quien bien se esconde, bien se da”. Solo y oculto se está mejor en esta hodierna e híspida civilización donde la publicidad está por encima del logro, la revelación por encima del comedimiento, la sinceridad por encima de la decencia, el victimismo por encima de la responsabilidad, la confrontación en lugar de la cortesía, la psicología sustituyendo la moralidad. Para acabar ya, y como divisa o lema: "Litteras ese solas quae homines ese vere convincat", las letras son la única prueba de que se es verdaderamente hombre. Ver todas las entradas de christiansanz71