Biblioterapia

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Día ventoso, hojaldrado de aguanieve, frío de temperatura, invernal y temeroso. Los fines de semana no se puede escuchar la radio, repleta de cutres retransmisiones deportivas, un avulgarado panes et circenses universal. El pueblo siempre será un eterno menor de edad. Escucho radios francesas e inglesas; ah la maravilla de Internet. Estuve leyendo a la mañana las reflexiones del gran editor alemán Siegfried Unseld, y por la tarde un manual ameno y popular de biblioterapia. Los actos lingüísticos, si no recuerdo mal, tienen una dimensión perlocutiva, la capacidad de incitar a la acción al receptor del mensaje lingüístico. Otra manera de verlo es advertir que en la ficción novelesca participamos de una experiencia a la vez que observamos esa experiencia. De estas particularidades se infiere que la literatura puede ser una fuente de consuelo, que la sabiduría de un pensamiento, un punto de vista, un personaje, se puede transferir del papel a nuestro espíritu. Leemos para sumergirnos en kalós, en el reino de dioramas de luz de la belleza, leemos para sumergirnos en eidos, el reino majestuoso del intelecto y la idea, y leemos también para empaparnos de sabiduría, para elucidar y dilucidar nuestros misterios y turbiedades, nuestras penumbras y preguntas. Toda lectura reflexiva, atenta, minuciosa, juiciosa, crece como un manantial de agua al deshelar la montaña. Leer es una forma de saber estar solo, de aprender a estimar, de sopesar juicios, y de formar una personalidad.

Las referencias bibliográficas mencionadas son:

Siegfried Unseld, El autor y su editor, Taurus

Ella Berthoud & Susan Elderkin, Manual de remedios literarios, Siruela / Círculo de Lectores.

 

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